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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Pero sin saber por qué, permanecía allí, como si este espectáculo tan nuevo para él pudiese más que su voluntad. Los amigos del valentón le daban broma al ver que después de las guindillas daba tientos al jarro, sin cuidarse de si su enemigo le imitaba. «No debía beber tanto: iba á perder, y le faltaría dinero para pagar.

Algunas veces sonreía la familia recordando las amenazadoras palabras de Pimentó. Aquel trigo que, según el valentón, nadie llegaría á segar, empezaba á embellecer á la familia. Roseta tenía dos faldas más y Batistet y los pequeños se pavoneaban los domingos vestidos de nuevo de cabeza á pies.

Mezclándose en elecciones y galleando en toda la contornada, el valentón había conquistado este cargo, que le daba cierto aire de autoridad y consolidaba su prestigio entre los convecinos, los cuales le mimaban y le convidaban en días de riego para tenerle propicio. Batiste estaba asombrado por la injusta denuncia. Su palidez era de indignación.

Ya que le empujaban á ello, sería valentón y jactancioso por algún tiempo, para que le respetasen, dejándole después vivir tranquilamente. Una tarde, tirando á las golondrinas en el barranco de Carraixet, le sorprendió el crepúsculo. Los pájaros tejían con su inquieto vuelo una caprichosa contradanza, reflejada por las tranquilas charcas con orlas de juncos.

Eran por lo demás viejas escopetas que de seguro habrían herido al primero que hubiese querido servirse de ellas. ¡Bueno! decía un valenton; si quieren que nos alzemos, ¡adelante! Pero el valenton fué sacudido á golpes y á puñetazos, pellizcado por las mujeres como si fuese el propietario de las escopetas. En la Hermita la cosa ya fué más grave si bien metió menos ruido y eso que hubo tiros.

Item, que los dias de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos. Item, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachin, valenton y arrojado, por aquella parte de la valentia se le desague y vaya la fama que podia alcanzar por sus buenos versos.

Había querido con el alma a su pobre hermano, le quería aún; si había muerto fue por no creerla a ella, a ella que no había tenido valor para ser esquiva y fría con un hombre tan enamorado. Pero el valentón la escuchaba acentuando cada vez más su sonrisa, que era ya una mueca. ¡Calla, filla de la Bruixa! Ella y su madre habían muerto al pobre Pepet.

Pero el valentón sonreía bondadosamente, satisfecho de mostrarse prudente y paternal con este viejo rabioso; y así fué conduciéndole hasta su barraca, donde quedaron él y los amigos vigilándolo, dándole consejos para que no cometiese un disparate. ¡Mucho ojo, tío Barret! Aquella gente era de justicia, y el pobre siempre pierde metiéndose con ella. Calma y mala intención, que todo llegará.

El valentón relataba modestamente sus glorias. Todos los años, por Navidad y por San Juan, emprendía el camino de Valencia, tòle, tòle, para ver á la propietaria de sus tierras. Otros llevaban el buen par de pollos, la cesta de tortas, la banasta de frutas, para enternecer á los señores, para que aceptasen la paga incompleta, lloriqueando y prometiendo redondear la suma más adelante.

Otra vez tuvo que aislarse en la barraca con su familia, vivir en perpetuo vacío, como un apestado, como una fiera enjaulada á la que todos enseñaban el puño desde lejos. Su mujer le había contado al día siguiente cómo fué conducido á su barraca el herido valentón.

Palabra del Dia

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