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Actualizado: 16 de junio de 2025
Cuando los Aldaos están fuertes en Mendoza y no han dejado en La Rioja un solo hombre, viejo o joven, soltero o casado, en estado de llevar las armas, Facundo se transporta a San Juan a establecer en aquella población, rica entonces en unitarios acaudalados, sus cuarteles generales. Llega y hace dar seiscientos azotes a un ciudadano notable por su influencia, sus talentos y su fortuna.
Los unitarios, que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia; los federales, lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como símbolo de su poder y la humillación de los cajetillas de la ciudad.
Preparada así la opinión pública, no hay sacrificios que la ciudad de San Juan no esté pronta a hacer en defensa de la federación; las contribuciones se distribuyen sin réplica, salen armas de debajo tierra; Facundo compra fusiles y sables a quien se los presenta. Los Aldaos triunfan de la incapacidad de los unitarios, por la violación de los tratados del Pilar, y entonces Quiroga pasa a Mendoza.
Los únicos hombres honrados que tiene la República son Rivadavia y Paz: «ambos tenían las más sanas intenciones». A los unitarios sólo exige un secretario como el doctor Ocampo, un político que redacte una Constitución, y con una imprenta se marchará a San Luis, y desde allí la enseñará a toda la República en la punta de una lanza.
En cambio, sabe usar de las palabras y de las formas que satisfacen la exigencia de los indiferentes. Los salvajes, los sanguinarios, los pérfidos, inmundos unitarios, el sanguinario duque de Abrantes, el pérfido ministro del Brasil, ¡la federación!, ¡el sentimiento americano!, ¡el oro inmundo de Francia, las pretensiones inícuas de la Inglaterra, la conquista europea!
Total, diez y nueve Cristos que tienen la idea de viajar, bajo el poder de un Poncio Pilato que se llama el mayoral, como quien dice, don Manuel Rosas y los salvajes unitarios de marras. Esto en cuanto á la parte animal que va adentro. Por lo que hace á la de afuera se clasifica, en el órden de bestialidad, así: El mayoral, El zagal, El delantero Y las mulas.
El epíteto unitario deja de ser el distintivo de un partido, y pasa a expresar todo lo que es execrado: los asesinos de Quiroga son unitarios; Rodríguez es unitario; Cullen, unitario; Santa Cruz, que trata de establecer la confederación perú-boliviana, unitario. Es admirable la paciencia que ha mostrado Rosas en fijar el sentido de ciertas palabras y el tesón de repetirlas.
Lo que Lavalle hizo fué dar con la espada un corte al nudo gordiano en que había venido a enredarse toda la sociabilidad argentina; dando una sangría, quiso evitar el cáncer lento, la estagnación; poniendo fuego a la mecha, hizo que reventase la mina por la mano de unitarios y federales, preparada de mucho tiempo atrás.
Como se ve, en Facundo, después de haber derrotado a los unitarios y dispersado a los doctores, reaparece su primera idea antes de haber entrado en la lucha, su decisión por la presidencia y su convencimiento de la necesidad de poner orden en los negocios de la República.
Eso podrá escandalizar a los reaccionarios y a los unitarios, pero no a mí, que soy un ciudadano consciente y he pactado también muchas veces. El hombre es libre, la mujer es libre, el amor debe ser libre y autónomo... Pero lo que resulta una chiquillada, digna de azotes, es el dejar esa mocosa a su padre abandonado allá en las Carolinas.
Palabra del Dia
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