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Actualizado: 16 de junio de 2025
Así, en una comunicación de un alto funcionario de Rosas he leído en estos días «que es un signo que su Gobierno ha mandado llevar a sus empleados en señal de conciliación y de paz». Las palabras Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios, son por cierto muy conciliadoras, tanto, que sólo en el destierro o en el sepulcro habrá quienes se atrevan a negar su eficacia.
El Gobierno de San Juan tiene conocimiento de los esfuerzos que la familia de Carril hace para mandar el rescate a aquel Duguesclin que no ha hallado oro bastante para apreciarse a sí mismo, y se aprovecha del descubrimiento. Gobierno de ciudadanos, aunque federal, no se atrevía a fusilar ciudadanos y se siente impotente para arrancar dinero a los unitarios.
Estos unitarios del año 25 forman un tipo separado, que nosotros sabemos distinguir por la figura, por los modales, por el tono de la voz y por las ideas. Me parece que entre cien argentinos reunidos, yo diría: este es unitario.
Eso decía yo continúa García . ¡Para qué coches!...» La Gaceta del día siguiente anunció que los impíos unitarios habían asesinado a Maza. Un gobernador del interior decía, aterrado, al saber esta catástrofe: «¡Es imposible que sea Rosas el que lo ha hecho matar!» A lo que su secretario añadió: «Y si él lo ha hecho, razón ha de haber tenido»; en lo que convinieron todos los circunstantes.
En tanto, la idea que tanto combatieron los unitarios al principio, y que llamaban una traición a la patria, se generalizó y los dominó y sometió a ellos mismos, y cunde hoy por toda la América y se arraiga en los ánimos.
¡Con el diablo a cuatro! Va a ser la guerra de los capuletos y montescos, agramonteses y beamonteses, federales y unitarios, una guerra civil encarnizada. Pero venceremos. Tenemos de aliado al amor, que es como tener de nuestra parte a Dios. Hay que hablar con Jorge y con Raúl esta noche misma. Hay que trazar la batalla con nuestro estado mayor.
No han quedado hechos ningunos que acrediten que Quiroga se proponía obrar inmediatamente, si no son sus inteligencias con los gobernadores del interior, y sus indiscretas palabras repetidas por unitarios y federales, sin que los primeros se resuelvan a fiar su suerte en manos como las suyas, ni los federales lo rechacen como desertor de sus filas.
En Mendoza levantaban un ejército los unitarios, que se habían apoderado del Gobierno; Tucumán y Salta estaban al Norte, y al Oriente Córdoba, la Tablada y Paz; estaba, pues, cercado, y una batida general podía, al fin, empacar al Tigre de los Llanos.
La suma del Poder público de que se había investido para Buenos Aires solo, la extiende a toda la República, porque no sólo no se dice que es el sistema unitario el que se ha establecido, del que la persona de Rosas es el centro, sino que con mayor tesón que nunca se grita: ¡Viva la federación; mueran los unitarios!
No hace un mes que una madre argentina, alojada en una fonda de Chile, decía a uno de sus hijos que despertaba repitiendo en voz alta: «¡Vivan los federales! ¡Mueran los salvajes, asquerosos unitarios!»: «Cállate, hijo, no digas eso aquí, que no se usa; ya no digas más, ¡no sea que te oigan!»
Palabra del Dia
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