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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Los diarios de Montevideo empezaron a llamar salvaje a Rosas; un día la Gaceta de Buenos Aires apareció con esta agregación al tema ordinario: muera los salvajes unitarios; repitiólo la mazorca, repitiéronlo todas las comunicaciones oficiales, repitiéronlo los gobernadores del interior, y quedó consumada la adopción. «Repita usted la palabra salvaje escribía Rosas a López hasta la saciedad, hasta aburrir, hasta cansar.

Hallábanse, pues, en Montevideo los antiguos unitarios con todo el personal de la administración de Rivadavia, sus mantenedores, 18 generales de la República, sus escritores, los excongresales, etc.; estaban ahí, además, los federales de la ciudad, emigrados de 1833 adelante; es decir, todas las notabilidades hostiles a la Constitución de 1826 expulsadas por Rosas con el apodo de lomos negros.

Así, pues, había esta otra manzana de discordia en la República, y los partidos, después de haberse llamado realistas y patriotas, congresistas y ejecutivistas, pelucones y liberales, concluyeron por llamarse federales y unitarios.

El americanismo, el enemigo de los europeos condenado a gritar en francés, en inglés y en castellano: ¡Mueran los extranjeros! ¡Mueran los unitarios! ¡Eh! ¡Eres , miserable, el que te sientes morir, y maldices en los idiomas de esos extranjeros, y por la Prensa, que es el arma de esos unitarios! ¿Qué Estado americano se ha visto condenado, como Rosas, a redactar en tres idiomas sus disculpas oficiales para responder a la Prensa de todas las naciones, americanas y europeas a un tiempo?

Repetirá en presencia del mundo entero, sin contemporizar jamás, en cada comunicación oficial: ¡Mueran los asquerosos, salvajes, inmundos unitarios!, hasta que el mundo entero se eduque y se habitúe a oír este grito sanguinario, sin escándalo, sin réplica, y ya hemos visto a un magistrado de Chile tributar su homenaje y aquiescencia a este hecho, que, al fin, a nadie interesa.

El 1.º de diciembre amanecieron formados en la plaza de la Victoria los cuerpos de línea desembarcados. El gobernador, Dorrego, había tomado la campaña; los unitarios llenaban las avenidas, hendiendo el aire con sus vivas y sus gritos de triunfo.

Yo no quiero entrar en la apreciación de los motivos ostensibles que motivaron el bloqueo de Francia, sino en las causas que venían preparando una coalición entre Rosas y los agentes de los Poderes europeos. Los franceses, sobre todo, se habían distinguido ya desde 1828 por su decisión entusiasta por la causa que sostenían los antiguos unitarios.

¿Por qué son perseguidos en todas partes, o más bien, por qué eran unitarios salvajes, y no federales sabios, toda esa multitud de hombres animosos y emprendedores que consagraban su tiempo a diversas mejoras sociales: éste a fomentar la educación pública, aquél a introducir el cultivo de la morera, este otro al de la caña de azúcar, ese otro a seguir el curso de los grandes ríos, sin otro interés personal, sin otra recompensa que la gloria de merecer bien de sus conciudadanos? ¿Por qué ha cesado este movimiento y esta solicitud? ¿Por qué no vemos levantarse de nuevo el genio de la civilización europea, que brillaba antes, aunque en bosquejo, en la República Argentina? ¿Por qué su Gobierno, unitario hoy, como no lo intentó jamás el mismo Rivadavia, no ha dedicado una sola mirada a examinar los inextinguibles y no tocados recursos de un suelo privilegiado? ¿Por qué no se ha consagrado una vigésima parte de los millones que devora una guerra fratricida y de exterminio a fomentar la educación del pueblo y promover su ventura? ¿Qué se le ha dado, en cambio, de sus sacrificios y de sus sufrimientos? ¡Un trapo colorado!

Los unitarios se le ríen en las barbas; se complotan y se pasan la palabra: «Vacila dicen , dejémosle caerLos unitarios no comprendían que con Dorrego venían replegándose a la ciudad los que habían querido hacerse intermediarios entre ellos y la campaña, y que el monstruo de que huían no buscaba a Dorrego, sino a la ciudad, a las instituciones civiles, a ellos mismos, que eran su más alta expresión.

Palabra del Dia

ciencuenta

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