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Actualizado: 26 de junio de 2025


La esperanza le dió ánimo; pero al acercarse al arco que unía entonces la capilla del Obispo con la casa de los Lasos, se avivó su miedo.

A estas cualidades unia la de una figura esbelta y de mucho interés; era el tipo de la hermosura, colmada de gracia y dignidad: sus grandes ojos, espresivos y rasgados, denotaban el raro talento y energia de su alma, á lo que acompañaban los dignos y elegantes modales de la córte de Isabel, dechado de virtudes y moralidad.

Nunca creía el público que estaba bastante cerca del toro. «¡Hay que arrimarse más!» Y cuando él, dominando con un esfuerzo de voluntad su organismo, que tendía a rehuir el peligro, conseguía matar un toro como en otros tiempos, la ovación no era igualmente ruidosa. Parecía haberse roto la corriente de entusiasmo que le unía antes con el público.

Y el gigante, con su bronca voz, se unía á este lamento acariciador, repitiendo monótonamente: No se muera usted, miss Margaret.... ¡No se muera! De pronto Ra-Ra lanzó un chillido casi femenil: No me contesta.... ¡Ha muerto!... ¡ha muerto!... Así era. Hacía mucho tiempo que él hablaba, sin que la joven pareciese oirle.

Desde el salón se pasaba a la habitación de la duquesa y desde allí al comedor que unía la habitación del duque con la de la duquesa. La señora de La Tour de Embleuse encontró en la antesala a su única sirvienta, la vieja Semíramis, que lloraba silenciosamente con un papel en la mano. ¿Qué tienes? preguntó. Señora, esto es todo lo que ha traído el panadero. Si no le pagamos, no nos dará más pan.

Su espíritu, impresionado primero por la sublime presencia del océano, y ahora por la dulce poesía de aquel lago, se despegaba con tedio de la vida torcida y artificiosa que acababa de dejar, de sus placeres mentidos y pecaminosos, y se unía con cariño al sentimiento de dicha tranquila que aquel pueblecillo retirado y pintoresco inspiraba.

Oye; acerca un poco la cara. ¿Sentirías mucho que el mar fuese poco a poco subiendo y llegase a cubrirnos? Ricardo se estremeció levemente. Echó una mirada en torno y observó que el agua empezaba a cerrar el istmo que unía la peña a la costa. Los ojos de Martita, cuando volvió el rostro hacia ella, brillaban con fuego malicioso y singular. Vámonos, que ya estamos casi cercados de agua.

A la grandiosidad de la muerte se unía la grandiosidad del misterio. Nuestras manos al fin cogieron un cráneo. Su extraña configuración nos hizo dudar si procedería de las humanas razas; más nuestra duda fué momentánea tan luego lo examinamos.

Se habló de lo pasado. «En rigor, siempre se habían querido; había algo que les unía a pesar suyo. Se tronaba porque la constancia es imposible y hastía al cabo; eran ridículas unas relaciones muy largas; esto lo habían aprendido los dos en Madrid. Los matrimonios deben aburrirse a los dos años, a más tardar; los arreglos pueden tirar algo más, poco».

Cuanto más débil era a los ojos del mundo la palabra que la unía a aquel hombre, tanto más fuerte debía ser para su conciencia; puesto que faltaba a esa unión la sanción social y sagrada, más fuerte tenía que ser la sanción moral.

Palabra del Dia

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