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El anciano marqués de Villemaurin, antiguo capitán de la Guardia Real, y el joven Enrique Steimbourg, agente de cambio, juzgaron unánimemente que el puñetazo lo echaba a perder todo. Un filósofo turco ha dicho: «No existen puñetazos agradables; pero los puñetazos en la nariz son los más desagradables de todos

¿Hay quien de vosotros diga, Si mi rescate comienza, Si mi cautiverio acaba, Si mi descanso se acerca? ¿Quándo el Dios de las venganzas Y de batallas sangrientas, Trocado en cordero humilde Dejará á la muerte muerta? ¿Y del poder del pecado, Potentado de la tierra Turco Solimán... Me librará? ¿Quándo lloverán las nubes El pan, que el santo amor siembra,

Oido lo propuesto por el Turco, de comun consentimiento les admitieron á su servicio, ofreciendo de cumplir con las condiciones con juramento.

Y cuántas veces, después, había visto las cosas de otra manera, y había llegado a pensar: «¡Todo es cuestión de geografía! Si yo fuese turco, todo esto sería legítimo; pues figurémonos que estamos en otras latitudes... y longitudes». Más era: en aquel instante en que hacía tan tristes reflexiones, ¿estaba arrepentido? No.

»Perdistes los pozos en un día, pudiéndolos muy bien guardar, sabiendo que importaba la vida de todos mantenerlos, habiendo dicho muchas veces al Duque que no tenía la fuerza mucha necesidad de agua, porque los 2.000 hombres que habían de quedar en ella bastaban á defender los pozos á toda la potencia del gran Turco, y que con aquellos soldados os atrevíades vos á ir por tierra de aquí á Turquía.

El soldado dijo: -No, sino juguemos hasta cien reales que yo traigo, en amistad. Yo, codicioso, dije que jugaría otros tantos, y el ermitaño, por no hacer mal tercio, aceptó, y dijo que allí llevaba el aceite de la lámpara, que eran hasta doscientos reales. Yo confieso que pensé ser su lechuza y bebérsele, pero ansí le sucedan todos sus intentos al turco.

Señora dijo inclinándose respetuosamente, quitando el gorro turco que le cubría la calva, mucho siento que usted se haya molestado en subir. Bastaba un aviso para que yo me hubiera apresurado a ir a ponerme a sus órdenes. Doña Paula respondió con un gesto de gracias, llevándose la mano al corazón que le saltaba dentro del pecho como un potro desbocado. El Duque la examinó con sorpresa.

De aquí envió el escribano del atarazonal al gran Turco á darle aviso de su venida y de la vitoria. Aquí hallamos las galeras que se habían perdido del armada. Aquí despalmaron todas las galeras, y á los 2 de septiembre partieron. Otro día vinieron á la isla de Chefalonia y de allí al Zante, mostrando la vitoria que traían.

Si el padre prior dijo lo contrario, le obligaron a ello, como lo obligaron a decir en la misa rey constitucional. ¡Bien podrá ser! dijo el hermano. No será judío prosiguió la anciana , pero será un moro o un turco que habrá naufragado en estas costas. Un pirata de Marruecos repuso el buen fraile ; ¡puede ser!

No prevaleció la opinión, sosteniendo, con Orsini, Juan Andrea Doria la suya, de que no teniendo el Rey Católico otra escuadra, era necesario ante todo conservarla para que junta con las galeras de España tuviera en respeto al gran turco.