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Pero le tranquilizó enseguida el propósito de exigir serias garantías al tío D. Juan, que, por las señas, era el que mandaba en casa.

El se encargaría de avisar a su casa para que no lo esperasen. Otra vez Gallardo hizo un gesto angustioso; pero se tranquilizó con la mirada del apoderado. ¡Descuida! murmuró éste al ir hacia la puerta . ¿Crees que soy un chiquillo?... Diré que comes con unos aficionados de Madrid.

Rafael dio un paso atrás, sintiendo el vaho de aquella boca anhelante y rabiosa que buscaba hacer presa en sus piernas, pero se tranquilizó al ver que el perro, tras una corta indecisión, movía bondadosamente la cola y se limitaba a husmear los pantalones para convencerse de la identidad de la persona.

Los ojos mostraban las pupilas dilatadas, con una veladura mate, como si fuesen ojos de cadáver. Un sueño pesado, letárgico, se apoderó de ella. Maltrana creyó por un momento que había muerto, pero al aproximar el oído a sus labios se tranquilizó. Una débil respiración animaba con su estertor el cuerpo inmóvil.

Contaba con la fuerza del pagaré y con la palabra de la marquesa. Esta la tranquilizó el día 22, diciéndole: «Todo está arreglado. Puede usted descuidar». Pero entre tanto, Rosalía pasaba la pena negra, temiendo a cada instante una catástrofe y discurriendo toda clase de industrias y maquinaciones para evitarla.

Acudió a verle, examinó las contusiones y la herida del brazo, y vio que no eran de cuidado, pero puso el grito en el cielo diciendo que iba a tomar venganza de aquella ofensa, y no se tranquilizó hasta que supo el lance, y que D. Luis había sabido tomar venganza por , a pesar de su teología.

Este entró y salió aquel día muchas veces. En fin: que había cuchicheos misteriosos en la casa que nada bueno auguraban. No participé de sus temores. Gracias a esta solemne promesa se tranquilizó, y pudimos gozar de las dos horas que la generosidad de doña Tula nos otorgaba. En la mañana del otro día hice un ensayo general de la lectura poética.

No; ha sido él que ha entrado. Mentira. Has sido . Confiesa o te deslomo. , he sido yo. ¿Y por qué? Porque me ha dicho que me traería cerezas. Ah, bueno y el domador se tranquilizó , que las traiga, pero si te las comes te hartaré de palos. Ya lo sabes. Martín, al poco rato, volvió con la boina llena de cerezas.

Me aseguran que no dije grandes insensateces. Hubiera preferido decirlas, antes que grandes verdades, pues una de las cosas que más pavor me causa es oir razonar a la locura. Felizmente no proferí disparates desatados ni formulé razones sorprendentes; sólo hubo tonterías, con lo cual me tranquilizo pensando que apenas salí de mi estado normal.

No dudé que había sospechado mi pasión; pero la amable sonrisa con que inauguró su discurso me tranquilizó completamente. Me dijo que se acercaban las elecciones para diputados á Cortes y que contaba con mi apoyo y el de mi padre.