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Actualizado: 7 de junio de 2025


Le imponía tanta magnificencia: la escalera toda de mármol, con dos leonazos melenudos al pie, a derecha e izquierda, las fauces abiertas, como si quisieran tragarse al incauto visitante; en el primer descanso, plantas exóticas; arriba, una vidriera de colores, y cuando la puerta se abría, veíase lujoso recibimiento, con estatuas y cuadros.

¡El capitán Antonio Riquer!... Un héroe de la isla de Ibiza, un marino tan grande como Barceló... Pero como Barceló era mallorquín y el otro ibicenco, todos los honores y los grados habían sido para aquél. Si hubiese justicia, debía tragarse el mar a la isla orgullosa, madrastra de Ibiza. De pronto, el viejo recordaba que Febrer era mallorquín, y permanecía en confuso silencio por unos instantes.

Levantóse renegando Melchor, acabó de tragarse los dos últimos bocados de pan y queso, bebió agua, se limpió la boca con el revés de la mano, tomó su capa y su sombrero, y dijo á su mujer. ¿Conque á casa del señor Gabriel Cornejo? ; él os dirá, señor, cuánto puede dárseos por esta alhaja. Muchas gracias, señora, y adiós, y quedad en paz, que estoy de prisa. Melchor y don Juan salieron.

Aquellas bocas que se abrían para tragarse los escasos ahorros de la familia quedarían sin alimento si lo de fuera llegaba á secarse. ¿Y todo por qué? Por la injusticia de los hombres, porque hay leyes para molestar á los trabajadores honrados.... No debía pasar por ello.

Prefieren para emboscarse la proximidad de los ríos, para sorprender a los animales que acuden allí a beber. Aunque no son muy gruesas, pueden tragarse animales diez o doce veces más voluminosos, y veinte veces más pesados que ellas; la dilatabilidad de sus mandíbulas y la elasticidad de su piel que son extraordinarias, se lo permiten.

El anciano, después de tragarse la mitad de la atmósfera del cuarto, hizo signos afirmativos, arqueando las cejas y sonriendo como hombre conocedor de las debilidades de sus semejantes. «La última vez que le dejaron cesante, nos vimos tan mal, tan mal, que no se podía esperar a que le colocaran.

Vegallana tenía una gran pasión: la de «tragarse leguas», o sea dar paseos de muchos kilómetros. Le aburrían las intrigas de politiquilla. Era cacique honorario; el cacique en funciones, su mano derecha, Mesía. Don Álvaro era al Marqués en política lo que a Paquito en amores, su Mentor, su Ninfa Egeria.

Antes de llegar al mar, «que es el morircomo dijo el poeta, se arregla para dar infinidad de vueltas como un viejo marrullero que pretende burlarse de la ley común a los seres creados. Imposible imaginarse un cauce más extravagante. Sale de cualquier población muy resuelto y boyante; parece que va a tragarse las leguas y marchar impávido hasta el océano.

De esta suerte trascurrió largo rato: el dueño del puesto junto al cual se habían detenido, comenzaba a fijarse en ellas. Paz, desasosegada, fuera de , se mordía los labios, pugnando por tragarse las lágrimas, y el aya la miraba sin atreverse a chistar. «No viene, no viene» pensaba la pobre niña, en cuyo corazón arraigaba rápidamente la esperanza. «¿Estará dentrola decían sus celos.

Tratábase de saber quién sería capaz de tragarse más sopas de leche, si los galgos enjutos é insaciables de uno de los contratistas ó los barrenadores de otro, muchachotes fornidos de Castilla, de estómago sin fondo, que nunca creían llegado el momento de levantarse de la mesa. Toda la gente desocupada del distrito acudió á presenciar el espectáculo.

Palabra del Dia

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