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Actualizado: 19 de junio de 2025
Y así, aquel gran vividor, acostumbrado a mirar los zafiros y rubíes de sus anillos de oro mate al través del diáfano cristal, lleno con los topacios líquidos del Sauterne, y a saborear la nube perfumada del tabaco de Cuba, debía sufrir mucho, cuando mi tía Medea, a quien frecuentaba, lo sentaba a su mesa a comer aquellos platos dignos sólo de su robusta pepsina de ñandú.
Enorme mitra ilusoria, resplandeciente de amatistas y topacios, se encendía y apagaba, y volvía a encenderse a sus pies, sobre las losas obscuras. Probando apenas algunos bocados, Ramiro dejó secretamente su casa, ya entrada la noche. Había escogido su daga más fuerte y la espada que le diera don Rodrigo del Aguila, el mayordomo de la Emperatriz.
Cerca del Moral había cuatro o cinco montecillos de arena, llamados con propiedad los Arenales, que heridos por los moribundos rayos del sol brillaban como grandes topacios. Ni el más leve ruido turbaba el silencio del gabinete, que en aquel momento semejaba, por lo sombrío y recogido, un gran confesonario.
Duró la comida no menos de dos horas, y no se acordaba Cervantes de haber comido en su vida de una tan egregia manera, no embargante lo cual, inapetente mostrose; que harto le ocupaban el cuerpo los pensamientos que le combatían, aunque en el semblante sus efectos disimulase; y disimulaba doña Guiomar, pero mostrábase taciturna; y en cuanto a Margarita, no podía pasar bocado, porque su triste madre se la representaba muerta a las crueles manos de la miseria, y recién enterrada, y la desnudez de la mezquina casa que para siempre había abandonado se la ponía en comparación con aquella ostentosísima sala, ennoblecida por tablas y lienzos de los más estimados pintores sevillanos, y con aquella riquísima mesa, cargada de oro y plata, de flores y frutas, en cuyas botellas de rico cristal de Alemania aparecían los dorados vinos de Montilla, y los pardos del Rhin, y los tintos de la Mancha, pareciendo los unos topacios, y carbunclos negros los otros.
Que lo que vale, ¡o miente el sol!, un pica bravo, ¡oh insigne cabo!, lo sabes tú. Iré a esas tierras. ¡vamos allá!, me haré de oro, de algún rey moro que venceré O para colmo ¡gusto será! de suerte tanta, con una infanta me casaré. Tendré esclavillos, ¡ah!, ¡ah!, lá, lá, rubís, topacios, cuatro palacios y un gran confín. Y señor noble ¡lará, lará! con mayorazgo, de algún hartazgo moriré al fin.
Palabra del Dia
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