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Actualizado: 29 de junio de 2025
Y todos estos pueblos, cuando sienten la dulce tristeza de la poesía, cantan el lied, la romanza, la balada, algo suave que adormece el alma y habla a la imaginación.... Aquí, las danzas populares tienen mucho de sacerdotal, recuerdan la tiesura hierática de los bailarines sagrados o el frenesí ondulante de la sacerdotisa, que acaba por caer ante el ara con los ojos extraviados y la boca llena de espuma. ¿Y los cantos?
Más de una hora llevaba ante la mesa escribiendo sin cesar, conversando pluma en mano con su Augusta, con toda la familia que vivía en Cassel. Mejor era que se llevase lo suyo este hombre bueno, que los otros oficiales altivos, de voz cortante é insolente tiesura...
Se perdían bajo las puertas, con una tiesura sacerdotal, los graves jinetes moriscos, arrastrando el albo alquicel anudado á la cabeza como una bola de nítida blancura, ó el manto purpúreo de aguda capucha, que les daba el aspecto de barbudos frailes rojos.
Es el tal casi hermoso, alto y rubio como un inglés y con su flema y su tiesura un poco altanera. Joven, rico y con bastante talento para deslumbrar, tiene con las mujeres todos los éxitos que puede desear y hasta algunos más. Lautrec, sin embargo, no tardó en despedirse, y yo me ofrecí el pobre desquite de hacer rabiar un poco a Luciana.
Lo había visto en las paradas de Berlín, y también le pareció cambiado, como el del día anterior. Quedaba en él muy poco de la brillantez sombría é imponente, de la tiesura muda y jactanciosa, que hacían llorar de admiración á sus cuñados. La guerra, con sus realidades, había borrado todo lo que tenía de teatral el formidable organismo de muerte. Los soldados se mostraban sucios y cansados.
La amazona vio al joven en el balcón, descubrió los blancos dientes en una sonrisa y respondió amablemente con una señal del látigo al profundo saludo, devuelto por su compañero con una tiesura enteramente británica. ¿Quién es esa joven, amigo mío? preguntó la tía Liette, a quien Carlos no había oído entrar.
Creeríase que todo el contenido de las vastas salas se regocijaba al verse iluminado. Despertaba todo, abriéndose cual ojos soñolientos, y la luz, acometiendo las cavidades negras, resucitaba, como a bofetones, tapicerías, muebles y cuadros. «Anda, anda, ¿quién será este animal? decía el litógrafo parándose ante los retratos . ¡Vaya una tiesura! perdone, caballero; yo creí que era usted un palo.
Palabra del Dia
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