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Todos los del bagel se entretenian, Unos glosando pies dificultosos, Otros cantaban, otros componian. Otros de los tenidos por curiosos Referian sonetos, muchos hechos A diferentes casos amorosos. Otros alfeñicados y deshechos En puro azucar, con la voz süave, De su melifluidad muy satisfechos, En tono blando, sosegado y grave, Eglogas pastorales recitaban, En quien la gala y la agudeza cabe.

Entonces se dió cuenta de que llevaba teñidos los cabellos. Había huído por salvarse, se había mostrado humilde y medroso al ser alcanzado, creyendo que aún le era posible mentir. Pero el papel que deseaba hacer desaparecer dentro de su boca estaba en manos de los enemigos... ¡Resultaba inútil fingir más!... Y se irguió orgulloso, como todo hombre de guerra que considera su muerte cierta.

19 Cuando nos quebrantaste en el lugar de los dragones, y nos cubriste con sombra de muerte, 20 si nos hubiésemos olvidado del Nombre de nuestro Dios, o alzado nuestras manos a dios ajeno, 21 ¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. 22 Antes por tu causa nos matan cada día; somos tenidos como ovejas para el degolladero. 23 Despierta; ¿por qué duermes, Señor?

Pero también de esto dudaba; y mirando con inquietud hacia el porvenir, conceptuaba tal engrandecimiento caduco y efímero. Cierta idea, más clara y consistente en nuestra edad que en la suya, aparecía después a su espíritu, para justificar su ambición; para que sus propósitos no fuesen tenidos por vanos.

Pero lo que no has de tolerar de ninguna manera, que algunos otros, también de esa misma alta esfera, menosprecien ser tenidos por poetas, cuando este talento es y será siempre su mejor prenda. Así habló Lope de Rueda, cuando un poeta español de mucho mérito, llamado Villayzán, se acercó al sacrosanto trono del Dios con algunos escritos suyos, y le dijo así: «¡Oh príncipe de Delos!

Leer esta carta, y hacer entrar inmediatamente á Quevedo, fué todo uno. Quevedo entró con unos papeles en la mano. Y por cierto que aquellos papeles estaban teñidos de sangre. Pero digamos antes de dónde venía Quevedo. Cuando salió con el corazón desgarrado de la casa donde había visto muerta á Dorotea, llevando consigo á don Juan, hizo dar á éste algunas vueltas por las tenebrosas calles.

5 en testimonio del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del Reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. 6 Porque es justo acerca de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan; 7 y a vosotros, que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús del cielo con los angeles de su potencia,