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Actualizado: 18 de octubre de 2025
En resolución, todos pasamos con los franceses, los cuales, después de haberse informado de todo aquello que de nosotros saber quisieron, como si fueran nuestros capitales enemigos, nos despojaron de todo cuanto teníamos, y a Zoraida le quitaron hasta los carcajes que traía en los pies.
Uno quisiera que las personas y las cosas relacionadas con nuestros recuerdos fueran eternas; pero nuestra existencia no representa nada en la corriente tumultuosa de los acontecimientos. Allí teníamos un amigo..., en aquel rincón fuimos felices..., nuestra felicidad o nuestra amistad tienen poca importancia.
Teníamos encima de nuestras cabezas una capa de hielo de 50 piés de espesor, y en el extremo interior de la gruta habian practicado, aprovechando una grieta, un conducto de tres piés de cavidad por donde entraba la luz y se subia, con el auxilio de una escalera de palos, hasta salir el aire libre sobre la superficie de la nevera.
Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a mí perder la inocencia. La señora cuidaba de mí como una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros a que se los leyese. También me enseñó algo de francés.
Y como no alcanzaba para pagar, tuvo que vender también dos estancias de las tres que teníamos. Nos quedamos con la mía, la heredada de mi abuelo, porque Ricardo es tan delicado que prefirió vender las suyas, sabiendo que yo tenía mucho cariño al campo donde había nacido mi padre. Gracias al remoto vasco Arregui nos hemos salvado. ¡Dios le tenga en la gloria!
Nada más caliente y sofocante que el escritorio de don Eleazar en el verano: nada más frío también en el invierno, en que teníamos que pasar la noche y el día escribiendo, de pie sobre las baldosas desnudas y húmedas del piso.
Si la madre de Juana hace mucho que no figura en las páginas de este relato, es porque no teníamos nada que decir que el lector no haya adivinado. Una palabra bastará, sin embargo, para llenar este vacío. La señora de Latour-Mesnil se moría poco a poco, a causa del bello casamiento que le había hecho hacer a su hija. Sufría de una afección al hígado, complicada con graves desórdenes del corazón.
En tiempos del señor Lombroso teníamos, en efecto, unos cerebros especiales, y cuando queríamos trabajar, buscábamos, de acuerdo con nuestros gustos particulares o según la inspiración del momento, un hacha, un cuchillo, un revólver o una maza. Hoy, en cambio, buscamos un cerebro. El cerebro es nuestra herramienta. ¿Comprende usted mi situación?
Teníamos priesa de dirigirnos al hermoso hotel establecido sobre la márgen derecha del rio, en frente de la caída ó catarata, para donde partímos al momento mismo en un coche, reservando para el dia siguiente la inspeccion de la ciudad.
Nosotros, merced á lo que hoy se llama ignorancia, teníamos las afecciones más limitadas, y con la sensibilidad casi virgen, nos preocupaba el suceso más común en la vida de ustedes; nuestras ilusiones eran pequeñas, es cierto, pero fuertes, y, sobre todo, consoladoras.
Palabra del Dia
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