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Actualizado: 12 de julio de 2025
Toda la vieja plaza ha desaparecido dijo Silas a Dolly Winthrop, la tarde que regresaron , el pequeño cementerio y todo lo demás. Mi antigua casa ya no existe, ahora no tengo más que ésta. Nunca sabré si se descubrió la verdad respecto del robo, ni si el señor Paston hubiera sido capaz de darme algunos esclarecimientos sobre la costumbre de echar a la suerte.
Ha, dixo el Saturnino, cogida tengo la naturaleza "con las manos en la masa." Engañábanle empero las apariencias, y así sucede muy freqüentemente, quando uno usa y quando no usa microscopios. De lo que les aconteció con unos hombres.
Y la certidumbre que tengo de que no se ha matado, aumenta mi culto por ella. No se había desposado realmente con él. ¿Nada significaban entonces aquel vínculo, puesto que la ley no lo había sancionado? ¿Usted cree en la bondad de las leyes humanas, en su perfección? ¿Cree usted que la salvación consista en observarlas fielmente?
Después de una pausa en que Refugio parecía hacer estudios de cálculo en el entrecejo de la Bringas, tornó a decir: «Lo que es el dinero... lo tengo, vea usted». Revolvió un cajoncillo que parecía costurero, y del fondo de él sacó un puñado de cosas. Eran trapos, hilos desmadejados y billetes de Banco, formando todo una masa. «Vea usted... no me falta. Pero...».
Ya pintaré, cuando esté más descansado, este pueblecillo y este campo. Ahora no tengo tiempo. Voy al periódico; he de ir luego a la Biblioteca... Esto de hacer artículos es terrible: otra vez, después de este breve descanso, he de volver a ser hombre de todas horas, como decía Gracián. Sobre la mesa tengo un montón de periódicos. Siento un leve terror.
No me martirices, por Dios... Tengo aquí en el lado izquierdo un dolor tan vivo, que parece que me están abriendo el pecho con garfios... Quiero más morir que padecerlo... Escucha; voy á hacerte una pregunta... Según como contestes, así me matarás ó me darás la vida... ¿Prometes decirme la verdad?... ¿Lo prometes por la salud de tus hijos?...
Ahora amo a Vd. con todo mi corazón, y sin Vd. no hay felicidad para mí. Cierto es que en mi humilde inteligencia no puede usted hallar rivales tan poderosos como yo tengo en la de usted. Ni con la mente, ni con la voluntad, ni con el afecto, atino a elevarme a Dios inmediatamente. Ni por naturaleza, ni por gracia, subo ni me atrevo a querer subir a tan encumbradas esferas.
Martín, un poco cortado, menea dulcemente la cabeza. Mi despacho balbucea al fin. Y como Juan da un paso para abrir la puerta, lo detiene por el faldón de la chaqueta. Te ruego refunfuña que no franquees ese umbral; ni hoy, ni nunca... tengo mis razones.
D. Oscar extendió la mano, exclamando: ¡Basta, doña Tula, basta! Déjeme usted, don Oscar, déjeme usted decir a este caballero los motivos que tengo de agradecimiento para con usted. Ya ha dicho usted bastante. Ahora le ruego nos deje solos, porque tengo que hablar con él reservadamente. Está bien, don Oscar, está bien.
Ya me he enterado del artículo de amas, y tengo noticias de tres muy buenas, la una pasiega, otra de Santa María de Nieva y la tercera de la parte de Asturias, con cada ubre como el de una vaca suiza. ¡Género excelente!».
Palabra del Dia
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