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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Por lo demás, haría usted mal en retractarse, yo no le censuro, no hago caso de lo que anoche se haya dicho allí, yo no le recrimino, porque despues de todo, usted es libre de decir de los dominicos lo que le parezca, usted no es discípulo nuestro; solo este año hemos tenido el gusto de tenerle y probablemente no le tendremos ya más.

Doña Carolina se inclinó hacia el oído de su hija Carlota, y le dijo en voz baja, aunque no lo bastante para no ser oída de Mario: Por mi gusto, querida, estaríamos aquí un ratito más; pero ya ves, tu papá acostumbra a retirarse a esta hora... y ahora más que nunca necesitamos tenerle contento, ¿verdad? añadió con un guiño picaresco.

Verdad es que las mujeres son raras: quién sabe si en el fondo de su alma no se siente inclinada ya a querer a mi padre y a casarse con él, si bien, atendiendo a aquello de que lo que mucho vale mucho cuesta, se propone, páseme Vd. la palabra, molerle antes con sus desdenes, tenerle sujeto a su servidumbre, poner a prueba la constancia de su afecto y acabar por darle el plácido . ¡Allá veremos!

Ana, con sus caprichos de madre, había querido que le llevasen aquel domingo a Sol. «¡Es tan buena, Lucía! no tienes que tenerle miedo: también eres hermosa. Mira: yo veo a las personas hermosas como si fueran sagradas.

-Yo, señor don Quijote -respondió el hidalgo-, tengo un hijo, que, a no tenerle, quizá me juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera.

Levantó ligeramente sus negras cejas, y podría haber jurado que mis palabras lo sobresaltaron; pero, sin embargo, ocultó con el mayor cuidado la sorpresa que le causaron, y me respondió en un tono natural y tranquilo: Así es. Estoy aquí para verlo. Entonces, siento tenerle que decir que no lo volverá a ver nunca más le dije en voz baja y con toda gravedad.

Al principio le dábamos al guardián alguna moneda para tenerle contento; pero luego le cogíamos la lancha sin decirle nada. Mientras veía que entrábamos en el bote, hacía como que no se fijaba; pero cuando pasábamos por delante del agujero de Caracas, Shacu se adelantaba y se ponía a gritar con todas sus fuerzas: ¡Dejad esa lancha, granujas!

Los portugueses estaban todos a pie. Casi envueltos por tan superiores fuerzas enemigas, retrocedieron con espanto hacia la orilla del río. Sólo reembarcándose podían lograr ya salvar las vidas, mas para reembarcarse era menester, no sólo hacer cara al enemigo, sino tenerle a cierta distancia durante algún tiempo.

Usando, pues, desta industria, en menos de un mes trujo más provecho a la compañía que trujeron cuatro de los más estirados ladrones della; de que no poco se holgaba Preciosa, viendo a su tierno amante tan lindo y tan despejado ladrón; pero, con todo esto, estaba temerosa de alguna desgracia; que no quisiera ella verle en afrenta por todo el tesoro de Venecia, obligada a tenerle aquella buena voluntad los muchos servicios y regalos que su Andrés le hacía.

Sin embargo, no tardó en llamar la atención de unos y de otros por su condición inquieta y ruidosa: en cuanto tomó confianza, y le bastaron pocos días, mostrose tan travieso, tan turbulento, que los maestros comenzaron a murmurar y a tenerle sobre ojo, y los alumnos a contar con él para todas las jugarretas.

Palabra del Dia

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