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Actualizado: 28 de julio de 2025
La Valcárcel acabó de subir sola, agarrada al pasamanos, y sujetando el vientre, como si temiera parir en la escalera. Se acostó, e hizo venir a D. Basilio. Exigió un reconocimiento, del cual resultó que no había novedad y que el tremendo trance de Lucina llegaría por sus pasos contados, o no contados en aquella ocasión, a su debido tiempo.
Viéndose requerida de amores los aceptó cual si temiera ser cruel no siendo agradecida, y luego las palabras dulces, las promesas cariñosas, fueron invadiéndole apaciblemente el espíritu, como algo inesperado, pero natural y espontáneo, que llegada su hora le florecía: en el alma, y comenzó a recrearse en ello y gozarlo, saboreándolo a modo de un bien supremo, legítimo y honesto, sin irritarlo con estímulos de la impureza, ni envilecerlo con perversiones de la imaginación.
¡Mauricio, dijo, en nombre del cielo, bájate de ahí; ¡te vas á matar! ¡Silencio! dijo el pintor en voz baja; no hay ningún peligro. Si no temiera hacer ruido, ya estaría á tu lado. ¿Dónde habita tu tía? Al lado mío, respondió Herminia. Entonces, vamos despacio. ¿Tienes cortinas sólidas? Tengo algo mejor ... La cuerda con que estuvo atado mi baúl ... Es muy gruesa....
En cada una de estas inevitables interrupciones, en voz baja como si temiera ser oída, con las palabras entrecortadas por los sollozos, exclamaba doña Luz: Era cierto. Era cierto. ¡Me amaba, Dios mío! ¡Cuánto, cuánto me amaba!
Cuando Freya no se apelotonaba en sus brazos, cansada de danzar en el centro del salón, abría una caja de sándalo. En ella guardaba todas sus joyas, volviendo á extraerlas con nerviosa inquietud, como si temiera que se evaporasen en el encierro. Su amante tenía que oír las graves explicaciones con que acompañaba la exhibición de sus tesoros.
¡Basta! volvió a gritar ella con mayor imperio. Pepe no contestó a doña Manuela; pero, volviéndose hacia la puerta del cuarto de Tirso, exclamó rápidamente, como si temiera mancharse los labios con la palabra: ¡Víbora! Después, todos callaron.
Vamos, dibújalas tú, señor ingeniero dijo alargándole con gracioso despotismo el papel y el lápiz. El joven los tomó y osó levantar la vista hacia la niña; pero la bajó en seguida como si temiera electrizarse. Plantó el libro, que ella tenía en el regazo, sobre sus rodillas, aplicó encima un papel blanco, y se puso a dibujar.
En el momento de pronunciar yo, que si la sangre derramada en la Plaza de la Concordia brotara de las piedras que pisábamos, nos ahogaría, un caballero y una señora pasaron muy cerca de nosotros, y al oir mis palabras la señora, se levantó el traje y anduvo de puntillas algunos pasos, como si temiera mancharse las botas y el vestido.
Estuve con él más de un mes, no por el gusto de la vida que tenía, sino por el que me daba saber la de mi amo, y por ella la de todos cuantos moriscos viven en España. ¡Oh, cuántas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipión amigo, desta morisca canalla, si no temiera no poderlas dar fin en dos semanas!
Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que os daba? Gracias a mis botes. Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado." Más dijera, según se había encolerizado, si con los golpes que daba no se le desensartara un rosario de muelas de difuntos que tenía.
Palabra del Dia
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