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Actualizado: 28 de junio de 2025


El pobre Arturo me inspiraba lástima, y más de una vez temí que enloqueciera. La escena del baile de máscaras le había impresionado profundamente... Había momentos en que, al acordarse de aquella Judit que había vuelto a encontrar sin verla, que se le había aparecido sin descubrirle sus facciones, se creía víctima de una alucinación.

Yo no le entendí lo que me dijo y luego temí lo que era, porque más desatinado hombre no ha nacido de las mujeres. Preguntóme si iba a Madrid por línea recta o si iba por camino circunflejo. Yo, aunque no lo entendí, le dije que circunflejo. Preguntóme cúya era la espada que llevaba al lado.

Cabía temer que también pasaran estas ráfagas consoladoras, como había pasado el huracán de antes, y yo lo temí seriamente; pero iban corriendo los días, y lejos de pasar con ellos, cada vez se dejaban sentir más halagüeñas y me traían nuevas fragancias.

Las palabras eran insignificantes, pero la entonación era tan íntima, tan penetrante y tan dulce, que temí ser indiscreta y me escapé de allí. Y en mi precipitación por poco dejo caer al Marqués de Oreve, que se estaba paseando con un librote debajo del brazo y aspecto de preocupación.

Vida de mis pensamientos Y de mis temores fríos; Descanso de mi esperanza, Fin de mis deseos cumplidos, Centro de aquestos sentidos Y cielo que el alma alcanza; Gloria que esperé y temí, Regalo que imaginé, Premio de mi pena y fe, Para quien sólo nací. Hálleme agora la muerte, Que esta noche me ha buscado.

Me lo temí; ¡es el enredador de más malas entrañas!... Quítate de delante, canalla, ó te arrimo un botellazo que te rompa las muelas. ¿Cómo te atreves á acercarte á una persona decente con esas tretas de tan mala ley?...

Pero nunca temí una desilusión; antes de venir, sabía lo que iba a ver: la señorita María Teresa no puede sembrar sino belleza a su alrededor. Hubo un murmullo de aprobación.

Hubo instantes en que yo temí que la chirimoya reventase en manos de mi amigo, quien, cuando no podía terminar un razonamiento, la apretaba de un modo verdaderamente suicida. Por fin, mi amigo se comió la chirimoya y dejó de hablar de la autonomía catalana. Pedimos la cuenta. Las chirimoyas costaban a cinco pesetas cada una.

Qué dichosa soy al oírte juzgar así al señor Baurepois... Temía que su físico... ¿Su físico?... respondí disimulando una sonrisa. , temí que te impresionase contra él... Pero el padre Tomás, que es un hombre de gran talento, me había dicho que él conduciría la conversación de manera que quedases conquistada...

Toda la tarde he estado sintiendo la misma ilusión en los oídos... ¡Pícara memoria, qué malos ratos me está dando!... Si yo pudiera arreglarla a mi gusto, borraría lo amargo en ella; y entonces ya sería otra cosa bien distinta... Temí que no, viniera usted esta noche, Leto. ¡Como le dejé tan preocupado y es usted tan... especial!... Por otra parte, casi sentía que viniera, pensando en que al verle entrar de pronto... ¡qué yo? ¡Depende de tan poco el que papá, con lo receloso que anda, me haga declararle la verdad!

Palabra del Dia

rigoleto

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