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Recuerdo que una vez, estando en Palacio, me suplicaron que les mostrase cómo era una, y tuve que capear, picar y matar una silla, lo cual divirtió mucho a toda la Corte, especialmente al Rey Jorge III, quien era muy amigote mío y siempre me decía que le mandase a buscar a mi tierra aceitunas buenas. ¡Oh!, tenía mucha confianza conmigo.

La jurisdiccion que ellos desean suplicaron años pasados á la Santidad de Gregorio XIII que públicamente favoreciese este su pensamiento, representándoselo y persuadiéndole á ello con color del bien público de la Iglesia, mandando á todos los legados y ministros apostólicos, que tomasen por su compañero ó confidente algun padre de la Compañía, con cuyo consejo se gobernasen en todas sus acciones.

Pero para que su partida fuese con más gusto, y el ejército quedase satisfecho, y seguro de tener en la armada ciertos los socorros y retiradas, le suplicaron nombrase por General de ella algun Caballero, ó Capitan que fuese de su nacion, para que dependiesen de ellos, temiendo que Andronico diese este cargo á Griegos ó Genoveses; y fuera cosa peligrosa para su seguridad tener el socorro en poder de gente extraña, con quien siempre hay emulacion y competencias; ocasion de graves pendencias y daños, y más en los socorros de mar, tan sujetos á las mudanzas del tiempo, que puede la ruindad y malicia de un General retardar el socorro, y hallar razon que disculpe y apruebe lo mal hecho, atribuyendo al tiempo y á peligros imaginados su tardanza.

Todos la miraron con insistencia y creyó notar en sus ojos cierta curiosidad burlona. Vio que a hurtadillas el vizconde de las Llanas apretaba la mano del pintor como si le diese la enhorabuena. Bruscamente se despidió. ¡Tan pronto! exclamó la condesa. En vano la suplicaron que se quedara otro ratito. Resueltamente se iba. Se sentía sofocada, con un deseo irresistible de salir de aquella casa.

Cogió su libro de memoria, y escribió en él quatro versos de repente, que dió á leer á su hermosa huéspeda; pero aunque sus amigos le suplicáron que se los leyese, por modestia, ó acaso por un amor propio muy discreto, no quiso hacerlo: que bien sabia que los versos de repente hechos solo son buenos para aquella para quien se hacen.

Pero los dos vigías, venciendo valerosamente nuestro desden, se aproximaron á nosotros y nos suplicaron que les dijésemos el fin que nos llevaba. Yo tuve un momento vacilacion, casi de resistencia; iba ya á decirles que nada tenia que arreglar con sus señores, cuando principié á comprender. ¿No es esta la entrada del almacen en donde está expuesto un chal bordado de oro? señor.

Aquí dieron algunas señales de temor los Puraxís, porque el enemigo infernal, para desbaratar los disignios del Misionero, había persuadido á los Manacicas pusiesen escondidas en la tierra gran número de puntas de madera durísima; y descubriéndolas los Puraxís, le suplicaron al Padre diese la vuelta, porque si no era evidente el riesgo de quedar muchos heridos é inhábiles para caminar; y cayeron tanto de ánimo, que sólo Dios pudo infundirles valor para pasar adelante.

Finalmente, padecidos no pocos ni ligeros peligros de perecer, llegaron al río Guapay, donde fueron recibidos de sus moradores con increíbles finezas, y los Caciques Manguta y Fayo les suplicaron vivamente se quedasen en aquel paraje para instruirlos en los misterios de nuestra Santa Fe y enseñarles el camino del cielo.

Los Señores procuraron serenar aquellos ánimos acalorados, y les suplicaron aquietasen la gente que ocupaba los corredores; en la inteligencia que, si el Cabildo habia procedido á erigir la Junta en el modo que aparecia del bando, fué por haberse considerado con facultades á virtud de las que le confirió el Congreso á pluralidad de votos, y por haber creido que aquel era el medio mas adecuado á nuestra seguridad y defensa, y á la conservacion de estos dominios.

Y parece que agradó al cielo esta devota acción, porque los principales del pueblo se mostraron luego tan aficionados á lo bueno, que le suplicaron al Padre con eficacísimos ruegos se quedase entre ellos para enseñarles el camino de la salvación eterna; mas por mucho que el P. Lucas deseaba lo mismo, no les pudo dar gusto por entonces, porque ya entraba el invierno; pero les dió palabra que á la primavera siguiente volvería á vivir de asiento entre ellos.