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Actualizado: 1 de junio de 2025


También acampaban frente a esta cara de Madrid, que era la más hermosa, los vagabundos, los desesperados, los abortos de la sombra, toda la muchedumbre que él había visto una noche, con los ojos de la imaginación, rondando en torno de los felices, de la caravana dormida en el beatífico sopor del hartazgo.

Y cayó vencido por el sueño, como si se esparciese por todo su cuerpo el sopor de un narcótico. Cuando despertó, tuvo inmediatamente la certidumbre de habar dormido muchas horas. El sol estaba alto, y al abrir los ojos se vió obligado á cerrarlos inmediatamente.

Se marchó y yo me quedé como desvanecida en un sofá, con la cabeza en los cojines, dando vueltas al veneno que había vertido en mi pensamiento aquel monstruo que, según he visto claramente después, lo había combinado todo para impulsarme á un acto de suprema demencia. Un campanillazo me sacó de mi sopor y me hizo poner en pie. Miré el reloj y eran las siete. Abrí y vi á Juana.

El canto fue descendiendo, hasta concluir en la pronunciación melancólica y cariñosa de una sola letra, la e prolongada; y levantándose en puntas de pie, Nucha depositó a su hija en la cuna muy delicada y cuidadosamente, pues la chiquilla era tan lista en opinión de su madre que distinguía al punto la cuna del brazo, y era capaz de despertar del sopor más profundo si se enteraba de la sustitución.

Al dulce sopor de antes, blando y vacío como la nada, fue sucediendo un sueño poblado de visiones incoherentes, de imágenes de fuego vibrantes sobre un fondo de intensa negrura, de tormentos que arrancaban a su pecho gemidos de miedo y alaridos de angustia.

Las palomas salieron del sopor en que habían dormitado, lanzándose en dos bandadas a combatir con las rachas, como dos escuadrillas que evolucionaran en un mar agitado, para regresar al puerto en línea, de combate por rumbos contrarios.

Su inteligencia, tan viva y brillante en otras ocasiones, estaba adormecida; y recostado en un rincón, con la vista fija en el ángulo opuesto, sus ojos buscaban la obscuridad como único descanso. El descuido, el abandono, la atonía y un sopor estúpido se pintaban en su actitud. Cuando le notificaron que estaba libre, tardó mucho en adquirir la completa noción de aquel cambio.

Es joven, está en su casa, no ha matado a nadie, y... a las dos le espera Cristeta; no en forma de impalpable fantasma ni de fría escultura, sino en carne y hueso, amante y cariñosa. Entonces, sacudiendo el sopor morboso de la pesadilla, mira en torno.

Cuando llega a la pubertad, su carácter toma un tinte más pronunciado. Cada vez más sombrío, más imperioso, más selvático, la pasión del juego, la pasión de las almas rudas que necesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor que las adormeciera, domínalo irresistiblemente a la edad de quince años.

Al quedarse solo encendió otro cigarro, adoptando en su sillón aquella inmovilidad en la que parecía soñar con los ojos abiertos. Sánchez Morueta no supo ciertamente si llegó á dormirse. Era un sopor dulce que no le hacía perder de vista cuanto le rodeaba. Pero en esta actitud, el tiempo transcurría para él inadvertido, y sentía el bienestar del que en nada piensa.

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