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Actualizado: 27 de junio de 2025
Traía vestido claro de rayas blancas y rojas y llevaba en la cabeza sombrerito de paja con flores rojas también. Con la mano izquierda se apoyaba en una sombrilla que hacía juego con el traje y en la derecha apretaba unos guantes de seda, ¡Qué bien impresos le quedaron estos pormenores! Jamás en la vida se le borraron de la memoria.
Butrón quiso invocar los fueros de su autoridad, pero ya era tarde... A través de la puerta del fumoir vieron todos adelantarse, por el salón vecino, a una dama muy pequeñita, flaca, que caminaba con menudos pasos sobre sus altos tacones, dando golpecitos en el suelo con el regatón del largo palo de su sombrilla de encajes.
Nosotros iremos despacio hasta casa. Se alejaron las dos mujeres con vivo paso, hablando en voz baja. Leonora adivinaba la sonrisa de sus rostros invisibles. ¿Ha visto usted a esas? dijo señalándolas con su cerrada sombrilla. ¿No se ha fijado usted en sus sonrisas y guiños al verle en el camino?... ¡Ay, Rafael! Usted está ciego y resulta terrible.
En un balcón, completamente solas, estaban doña Manuela y la señora de Cuadros, cobijándose ambas bajo la misma sombrilla, afectando mirar a los transeúntes y hablando en voz baja con tono grave y misterioso. La viuda de Pajares mostrábase maternal y daba consejos a su amiga con cierta altiva superioridad. Vamos a ver, ya estaban solas. ¿Qué era aquello? ¿Algún disgusto de familia?
Jacinta fue tras él con la sombrilla levantada. «Que no me coges». «A que sí». «Que te mato...». Y corrieron ambos por el desigual pavimento lleno de yerba, él riendo a carcajadas, ella coloradita y con los ojos húmedos. Por fin, ¡pum!, le dio un sombrillazo, y cuando Juanito se rascaba, ambos se detuvieron jadeantes, sofocados por la risa.
En una mesa maqueada, de trabajo muy lindo, había, entre varios juguetes de porcelana y un álbum de retratos, una gran chocolatera de cobre, vieja y requemada, con su molinillo de palo muy tieso, chorreando espeso líquido. La condesa mostró a Margarita con la punta de la sombrilla el extraño bibelot, diciendo muy bajo: Caprichos de artista...
De fieras, yo conozco dos clases decía una vez Ana : una se viste de pieles, devora animales, y anda sobre garras; otra se viste de trajes elegantes, come animales y almas y anda sobre una sombrilla o un bastón. No somos más que fieras reformadas.
Palabra del Dia
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