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Uno de los más viejos le habló con tono socarrón. Si don Fernando corría el campo para soltar soflamas como en otra época, perdía el tiempo. La gente estaba escamada: era como el gato escaldado del refrán. Y no es que los gañanes estuvieran bien. Se iba viviendo, pero peor estaban los pobres a los que habían ajusticiado en Jerez.

El mozo ya no rasca laúdes ni vihuelas, y se pasea por el Cerrillo de San Blas muy cabizbajo y melancólico. Los criados del Conde le andan buscando para darle una paliza; pero escapa de ella, gracias á las tretas del socarrón de su lacayo, que no por estar muerto de hambre deja de ser maestro en artimañas y sutilezas. Los amantes van á ser separados para siempre.

Llegó Sansón, socarrón famoso, y, abrazándole como la vez primera y con voz levantada, le dijo: ¡Oh flor de la andante caballería; oh luz resplandeciente de las armas; oh honor y espejo de la nación española!

Así que, socarrón tamborilero, salid del hospital; si no, por vida de mi santiguada que os haga salir más que de paso." Y con esto comenzó a dar tantos gritos y a decir tantas y tan atropelladas injurias a mi amo que #le# puso en confusión y sobresalto; finalmente, no dejó que pasase adelante la fiesta en ningún modo.

A lo que de él se sabe por don Claudio Fuertes, hay que añadir que era de regular estatura, moreno, enjuto, de ojos pequeños, pero listos, risueño de expresión, y de voz lenta y sin timbre alguno. Parecía algo socarrón, pero en realidad no lo era.

-Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes -le dijo don Quijote-, que yo doblo la parada del precio. -Dese modo -dijo Sancho-, ¡a la mano de Dios, y lluevan azotes! Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas, y daba en los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma.

Hideputa bellaco, pintor del mesmo demonio, ¿y a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados?; y ¿dónde los tengo yo, hediondo?; y ¿por qué te los había de dar, aunque los tuviera, socarrón y mentecato?; y ¿qué se me da a de Miguel Turra, ni de todo el linaje de los Perlerines? ¡Va de , digo; si no, por vida del duque mi señor, que haga lo que tengo dicho!

Venía siguiendo el cauce del arroyo, y no sabía ya dónde estaba... voces y salté... ¿Y qué caza venía usted siguiendo, señorito? preguntó el paisano con acento socarrón. No traigo carabina... ya lo ve usted... Venía tan sólo por conocer estos lugares, que todavía no he visto. Y también por ver a esta reitana, ¿verdad? dijo el aldeano soltando una grosera carcajada.

El capataz sonreía viendo que el amo y sus acompañantes de sotana o capucha mostraban gran placer en oírle; pero su sonrisa de campesino socarrón, no llegaba a saberse si era de burla o de agrado por la confianza del señor.

-Socarrón sois, Sancho -respondió don Quijote-. A fee que no os falta memoria cuando vos queréis tenerla. -Cuando yo quisiese olvidarme de los garrotazos que me han dado -dijo Sancho-, no lo consentirán los cardenales, que aún se están frescos en las costillas.