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Actualizado: 29 de junio de 2025
Al pasar junto a la puerta del balcón, exclamó: ¡Qué espléndida noche! y se detuvo un instante sobre el marco de la puerta; ¡hace un calor tan insoportable en la sala! En efecto, la noche es soberbia le dije; ¿salgamos al balcón? agregué acompañando mi palabra con una ligera presión en el brazo que tenía enlazado con el mío. Nos criticarán... me repuso.
Si yo tuviera que guardar mi fama, aviada estaba con un amigo como usted. ¡Qué cosas suponen por ahí! Y reía con una expresión de superioridad, considerándose muy por encima de cuanto pudieran decir las gentes de su amistad con Rafael. En el mercado me hablan de usted todas las vendedoras como si esto fuese para mí el más irresistible de los halagos; aseguran que formamos una soberbia pareja.
No podía ser sino Dios quien lanzaba por su intermedio ese anuncio, esa agnición, esa amenaza tremenda, buscando salvarle; no podía ser sino el soplo divino lo que había rasgado de arriba abajo su embozo de soberbia, dejándole desnudo y enmudecido, a imagen del primer hombre después de su falta.
Confieso que te quiero de todo corazón... que paso las fatigas de Dios en cuantito me miras soberbia; que eres la primera y la única mujer que he querido de verdad... y que en prueba de amor eterno te regalo este higo paso añadió presentándole uno. ¡Anda que te zurzan! exclamó la joven riendo y arrojando el higo al suelo. Bajaron la voz.
El ensayo fué bueno, tuve la suerte de no sufrir el mareo haciendo todo el viaje perfectamente bien. Rio Janeiro, capital del imperio del Brasil, es una ciudad de 300,000 almas; magníficamente situada y con una soberbia y pintoresca bahía, una de las mayores del mundo.
Al llegar á este último punto, tomé billete hasta Milan, y como Fluelen se encuentra al mismo pié de los Alpes, por el lado de San Gotardo, cuya carrera era la que yo seguia, empezamos desde el momento á subir. La diligencia nos condujo por una admirable y soberbia carretera hasta llegar á una legua del San Gotardo, convento que, como el de San Bernardo, se halla situado en la cima de los Alpes.
¿Y están bien seguros de haber puesto en claro el origen de la propia montaña? ¿Viendo todas esas rocas, asperones, calizas, pizarras y granitos, podemos contar cómo se ha acumulado la masa prodigiosa, cómo se ha erguido hacia el cielo? ¿Podemos nosotros, pigmeos débiles, contemplándola en su soberbia belleza, decirle con el orgullo consciente de la inteligencia satisfecha: «La más chica de tus piedras puede aplastarnos, pero te comprendemos, y conocemos tu nacimiento y tu historia?»
A este punto llegaba la marea del hambre, cuando en mal hora acertó a desembocar en la plaza una soberbia carretela ocupada por dos señoras elegantísimas.
Indudablemente, el amor propio se le exacerbó envenenándole los pensamientos: en su cabeza debió de fermentar la soberbia, la ira, ¿qué sé yo! todo lo malo, como en otros cerebros fermentan la debilidad, la desesperación, la honra mal entendida. Yo creo que se mató en un arranque de locura.
La Elisabeta, pálida y mística, del Tanhäuser, había sido retratada en Milán; la Elsa, ideal y romántica de Lohengrín, era de Munich; había una Eva, cándida y burguesa de Los maestros cantores, fotografiada en Viena, y una Brunilda soberbia, arrogante, de mirada hostil y centelleadora, que llevaba al pie el sello de San Petersburgo.
Palabra del Dia
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