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Actualizado: 27 de junio de 2025


»El cristiano idólatra dice: Europa es la reina, Asia su sirviente. El fiel musulman esclama: del Oriente sale la luz, Algufia duerme en las tinieblas.

Allí el obeso comerciante, cuyo rostro complacido y sonriente, traje obscuro de fino paño y repleta escarcela pregonaban su riqueza y bienestar. Tras él modesta sirviente, llevando la encendida linterna que indicaba á su amo donde poner los pies sin grave tropiezo.

Hubiera seguido Adolfo disertando sobre el tema, a no interrumpirlo el sirviente, con una carta que acababa de traer el correo... Fastidiado por la interrupción y por el temor de recibir una nueva impertinencia o tontería de la gente del pueblo, preguntó a Laura, que entraba detrás de la carta: Adivina qué será... ¿Una felicitación o un anónimo?

Háilo y muy rico dijo Casilda. Pues cuatro botellas, virtud sirviente; búscalas de las que estén más empolvadas, y si tienen telarañas, mejor. ¿Y qué haces ahí? añadió don Francisco dirigiéndose á Pedro, que estaba detrás de la mesa con una servilleta en el brazo. La señora y yo necesitamos estar solos. Pedro salió.

¡Que te parecería corto! le interrumpió Melchor, agregando: Bueno, levántense... ya les van a traer desayuno y como en ese momento apareciera un sirviente llevándolo, le dijo: Entre, ché, póngalo aquí... en esta mesa y volviéndose a Lorenzo y Ricardo: les voy a servir yo... ¿cuántos terrones?... ¿Y por qué no nos dan mate?

Al otro día Oliverio no vino al colegio. Pasaron tres días sin noticias. La inquietud me apenaba horriblemente. Por la noche corrí a la calle de los Carmelitas y pregunté por Oliverio. Está en el salón me dijo el sirviente. ¿Solo? No, hay otras personas. Entonces le esperaré.

Bajó de él un hombre, dijo algunas palabras al sirviente que le acompañaba, y miró en torno de en busca de alguien a quien hablar. Pero Petrilla, cuyo bonete blanco veía yo asomar a través de la abertura enrejada del establo, no se movía, y su enamorado se había precipitado de bruces detrás de un pajar.

La propia superiora y una sirviente, la separaron de la bañera. Indudablemente ocurrió, que deseando refrescar el baño, debió abrir por equivocación el grifo del agua caliente, y que aquel ardiente chorro hirió de pronto su pecho y sus manos sin darle tiempo para cerrar la espita.

Aquella escena de media noche, con todos sus románticos y extraños detalles, aquel episodio de lo pasado, cuando el fatigado caminante y su hija habían sido mis huéspedes por vez primera, y todos sus recuerdos acudieron a mi memoria la tarde fría y brillante en que descendí de un coche, al siguiente día de la investigación verificada en Manchester, delante de la gran mansión blanca de la plaza Grosvenor, y supe por Carter, el solemne sirviente, que la señorita Mabel estaba en casa.

Francisco, su sirviente, se había acercado varias veces, de puntillas, sin valor para llamarle. Julio al fin se levantó, echó sobre Francisco una mirada vaga y entrando al escritorio lo alumbró. Vio el marco vacío y comprendió que Muñoz había robado el retrato. No atribuyó a esto mayor importancia.

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