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Tan embebido me hallaba en este linaje de visiones, que ni siquiera me enteraba de los informes que iba dándome mi tío sobre cada cosa de las principales del cuadro.

Ya lograréis que os lo ceda. ¡Lo compraremos, si es preciso! ¡No soñéis siquiera en eso! Un médico no vende nunca a sus enfermos. Los mata algunas veces, en interés de la ciencia, para ver qué tienen dentro; pero traficar con ellos... ¡jamás!

Por entonces seguiríamos dando vueltas alrededor del mundo como mulos vendados alrededor de una noria. Y cada vez gastábamos más y más el hilo de nuestras vidas. Enardecíame esta preocupación extraordinariamente. Por eso me sentía enflaquecer por minutos. Me palpé las manos, los brazos, el rostro, y sentí que no me quedaba carne y ni siquiera pellejo. Era yo un simple esqueleto andante.

Nada me importaría que me considerasen con la obligación de no vestirme ni de seda, ni de lana, ni de algodón siquiera, sino de esparto.

Aunque yo no sea polígloto, ni siquiera bilingüe, estoy consciente de que muy pocas áreas tienen una importancia comparable al área de las lenguas y del plurilingüismo. = Travlang Travlang, un sitio web dedicado a la vez a las lenguas y al viaje, fue creado en 1994 por Michael C. Martin, un estudiante en física.

¿No conoce usted a nadie que conozca a alguno de los magistrados? Le digo a usted que no. ¿Ni siquiera a un mal portero? Aguarde usted.... ¡Pero quiá! Siga usted, siga usted... Calle usted, hombre, ¡qué majadería!

Son los embaixos... espirtos malos de soterrá. ¡Indecentes granujas! ¡Lástima de pareja de la Guardia civil, o siquiera del Orden!

Señorita, si usted no me ha visto, ¿por qué no me habrá siquiera presentidoVolvió a detenerse Felipe para mirar a Amaury, como pidiéndole su opinión sobre este segundo período de la carta.

Yo te juro que no despertaba en ni el amor más insignificante, ni tan siquiera un capricho de momento. No hay ejemplo de una frialdad como la que yo sentía ante ella. Bien me lo puedes creer. No sólo no me inspiraba pasión, sino que hasta me repugnaba. Eso dijo la esposa , que te lo crea otro, que lo que es yo... ¡Qué tonta eres!

El Comendador oía con interés á su sobrina, y no ponía en la conversación ni una exclamación siquiera. Parecía que se había quedado mudo ó que no sabía qué decir. Clara prosiguió Lucía, ahora que cree pecado amar á D. Carlos, y que no halla posible oponerse á la voluntad de su madre, piensa á veces en ser monja; pero ni este deseo se atreve á confiar á su madre.