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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Cuando se dirigía al comedor en busca del desayuno, escuchó su nombre. Era el empleado del telégrafo, que le buscaba para entregarle un nuevo despacho. Sintió que toda su sangre afluía al corazón, dejando sus miembros en una frialdad cadavérica.
Es para una mujer contestó Silas con voz baja y casi sin resuello, precisamente en el momento en que Godfrey se le acercaba . Está muerta, me parece... muerta entre la nieve... en las canteras... cerca de mi puerta. Godfrey sintió que el corazón le latía con violencia.
Llegó el Príncipe a su palacio con las primeras sombras de la noche. Al ascender la escalera de honor, sintió un desmayo y hubiera caído al suelo, si no se apoyara en el pedestal de una estatua, que decoraba el primer descanso.
Cuantos más requiebros la soltaba, cuanto más le hacía comprender que le causaban impresión sus atractivos, más indiferente y distraída se mostraba ella. Con su donaire peculiar cortaba en seco cualquier lisonja, desviaba ingeniosamente la conversación y la encauzaba hacia los temas filosóficos en que tanto se placía. Velázquez se sintió humillado.
El príncipe sintió halagada su vanidad, lo mismo que cuando un artista célebre le saludaba desde la escena y seguía cantando con la mirada puesta en él, para dedicarle sus gorgoritos; lo mismo que cuando, de joven, un matador de toros le dirigía un gesto amistoso antes de dar la estocada final. Alicia parecía brindarle su gloria. Pero inmediatamente volvió á recogerse en su ensimismamiento.
El señor de Candore sintió que le subía a la cara una oleada de sangre; pero la conciencia de su culpa pudo más que su orgullo herido.
Verdad es que doña Manolita dio a su padre un par de cariñosos besos para endulzar aquella mortificación de amor propio. Hasta hubo ocasión en que D. Anselmo se sintió más mortificado y vejado.
Como Sierra sintió que le dejaba, Apenas acabó de desasirse, Cuando con furia echó mano á la espada, La chusma le acudió de mano armada.
Don Pompeyo sintió el ánimo desfallecer. «Estoy solo; ese capitán Araña me ha dejado solo». Sacó fuerzas de flaqueza, y ayudado por la indignación general, se impuso.
Aquellas dos mujeres se le presentaron, por la más grande casualidad, en un medio que le era familiar y por lo mismo les fue singularmente favorable. Sencillas, buenas, francas, cordiales, tales se le mostraron desde el primer día. Y para colmo, deliciosamente bellas, lo que nunca está demás. Juan se sintió en el acto bajo la influencia del encanto, y todavía lo estaba.
Palabra del Dia
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