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Actualizado: 17 de junio de 2025


Al otro lado del cuarto estaban las tres sillas. La niña quería descansar antes de ir a casa. Primero probó la silla grande; pero era muy alta. Después 45 probó la silla mediana; pero era muy ancha. Por último probó la silla pequeña; pero al sentarse en ella la hizo pedazos. Luego vio las camas en la alcoba, y quería dormir la siesta antes de ir a casa.

Allí está la llave: la tomo, corro á la casa, abro; el viejo debe estar arriba durmiendo la siesta: entro, la veo, la hablo, la digo ... qué yo lo que le voy á decir ... y me vuelvo á escape. Si las viejas sospechan, inventaré cualquier mentira. No hay más remedio. Al fin llegó jadeando y con mucha fatiga al extraviado ridículo.

Me sonreía desde que me veía, me daba una palmadita amistosa en el cuello, o me pellizcaba los brazos, y en seguida desaparecía. Estaba siempre ocupado, el pobre papá; mientras vivió, no lo vi reposar un solo instante. Mamá era desde aquella época muy corpulenta, comía continuamente confituras y era devota de la siesta.

Al día siguiente y á la hora de la siesta mandó el Asistente con gran prisa llamar al canónigo á su casa, el cual montó en su mula, como era costumbre, y con sus criados fué muy orondo á ver lo que se le ofrecía á su señoría, bien ageno, por cierto, de la sorpresa que le aguardaba.

A media tarde, cuando don Carlos hubo dormido la siesta en una mecedora de lona y leído varios periódicos de Buenos Aires, de los que traía el ferrocarril á este desierto tres veces por semana, salió de la casa. Atado á un poste del tejadillo sobre la puerta, estaba un caballo ensillado. El estanciero sonrió satisfecho al darse cuenta de que la silla era de mujer.

Si no se trata de salir a la calle, sino simplemente de almorzar o de comer, usa el mismo ceremonial, pero sin quitarse la bata ni el gorro; y cuando una doncella avisa que está la sopa sobre la mesa, pasa la familia al elegante comedor, y allí se hace servir una bien sazonada comida; después de la cual, echa don Simón una hora de siesta sobre la cama; descabeza el sueño su señora en una butaca, y medita, o lee, o mira por los cristales a la calle la repolluda muchacha.

Además, el buque pasaba muy lejos... Volvían al fumadero a continuar sus partidas de poker, o formaban en la cubierta los corrillos habituales, hablando tendidos en el sillón, hasta que el cabeceo de la somnolencia les hacía levantarse titubeantes, camino del camarote, para continuar la siesta.

Una reparadora siesta era el epílogo de la oración con que a Dios se daban gracias por tantos beneficios. Se trabajaba otro poco por la tarde, se cenaba concienzudamente tras el rosario, y un sueño tranquilo reinaba a las once en todos los ámbitos del edificio, donde la calma de este género de vida no se veía turbada sino en las vísperas de las grandes festividades de la Iglesia.

Siendo la respuesta negativa, volvió a subir para dar prisa, y cuando Nazaria se remontó despacio a su alojamiento para comer y dormir la siesta, el fenómeno bajó a buscar las tijeras que se habían quedado en la tienda, y más tarde a decir al cortador que cerrara, y luego fue por aceite a la lonja de la esquina.

La señora de Aymaret interrogó a Pierrepont con una mirada. Creo respondió el marqués , que la señorita Beatriz no tiene durante el día más que, una hora libre... es aquella en que mi tía duerme la siesta después del almuerzo. Perfectamente; entonces ésos son nuestros momentos.

Palabra del Dia

rigoleto

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