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A pesar de la ley musulmana, Sid'Omar bebe un poco de él, cuando los criados no pueden verlo... Al concluir la comida, pasamos a la habitación de nuestro huésped, donde nos ofrecen dulces, pipas y café... El mueblaje de este dormitorio es sencillísimo: un diván, algunas esteras; al fondo, un gran lecho altísimo sobre el cual hay almohaditas rojas bordadas de oro... Pende de la pared una antigua pintura turca representando las proezas de cierto almirante Hamadí.

Es un príncipe de la sangre, hijo de un antiguo bey de Argel, a quien estrangularon los genízaros... A la muerte de su padre, Sid'Omar refugiose en Milianah con su madre, a quien adoraba, y allí residió algunos años como un gran señor filósofo, rodeado de sus lebreles, sus halcones, sus caballos y sus mujeres, en hermosos palacios muy frescos, llenos de naranjos y de fuentes.

¿Que si lo han visto?... ¡Ya lo creo! ...Gran movimiento en la tienda de Sid'Omar... El cafetero llena las tazas, enciende otra vez las pipas.

El emir, para tomar venganza, entró en Milianah estando ausente Sid'Omar, saqueó sus palacios, taló sus naranjales, apoderose de los caballos y de las mujeres e hizo aplastar la garganta de su madre con la tapa de un arcón... La cólera de Sid'Omar fue terrible; alistose en seguida al servicio de Francia, y mientras duró nuestra guerra contra el emir no hubo un soldado mejor ni más bravo que él.

¿Dónde acabaré de pasar la velada? Es muy temprano para acostarme, los clarines de los spahis no han tocado todavía retreta. Además, los cojines de oro de Sid'Omar bailan en torno mío fantásticas farándulas que no me dejarían dormir... Estoy delante del teatro; entraré un momento.

De pronto, en lo mejor de su perorata, el judío se ve cortado por un enérgico ¡cáspita! que le hace enmudecer; al mismo tiempo, un colono español, que está presente como testigo del caíd, abandona su puesto, y aproximándose al Iscariote le suelta un chaparrón de insultos en todos los idiomas y de todos colores, entre otros, cierto vocablo francés sumamente ofensivo... El hijo de Sid'Omar, que comprende el francés, se ruboriza al oír semejante palabra delante de su padre, y se marcha de la sala.

Charlan, se ríen a más y mejor. ¡Es tan divertido ver zurrarle la badana a un judío!... En medio de la zambra y del humo, me acerco despacio a la puerta; siento deseos de ir a rondar un poco por la judería, para saber qué impresión ha producido a los correligionarios del Iscariote la afrenta hecha a su hermano... Venga a comer esta tarde, señor me grita el bueno de Sid'Omar.

Vinieron los franceses. Sid'Omar fue al principio enemigo nuestro y aliado de Abd-el-Kader, pero concluyó por reñir con el emir y se sometió.

El judío, un anciano de barba terrosa, túnica de color castaño y gorro de terciopelo, levanta al cielo el rostro, pone ojos suplicantes, besa las babuchas de Sid'Omar, inclina la cabeza, se arrodilla, junta las manos... No entiendo el árabe; pero por la pantomima del judío, por sus palabras juez de paz, juez de paz, que repite frecuentemente, adivino este discurso: Confiamos en la rectitud de Sid'Omar, Sid'Omar es prudente, Sid'Omar es justo... Sin embargo, el juez de paz resolverá mucho mejor esta cuestión.