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Actualizado: 1 de julio de 2025
Ella comprendió que debía volver á lo que interesaba á su acompañante, y dijo con varonil franqueza: Yo sé lo que tienes. Te voy á hablar como un camarada, sin preocupaciones de sexo, lo mismo que te hablé aquella noche en mi estudio. Conozco la vida que llevas; sé igualmente lo de «los enemigos de la mujer»: una invención necia.
Esta invitación al matrimonio, aunque dirigida al bello sexo en general, iba en particular, según la opinión pública, a cierta bella estanquera de la calle de Caborana, cuya amor pretendía Sinforoso hacía algunos años sin resultado.
El lujo en Sevilla no fascina, como en otras partes, al sexo femenino, y es porque la pobreza no se considera ridícula; la mantilla es una prenda que las iguala a todas. Aquí no se siente la diferencia de clases. La joven más encopetada por su nacimiento y fortuna alterna de igual a igual con otras muchachas que viven del modesto sueldo de su padre.
Así como en las mujeres de su edad se anuncian por asomos de contornos turgentes las elegantes líneas del sexo, en el acólito sin órdenes se podía adivinar futura y próxima perversión de instintos naturales provocada ya por aberraciones de una educación torcida.
La tercera, en fin, es la mujer-calavera. La mujer con poca aprensión, y que prescinde del primer mérito de su sexo, de ese miedo a todo, que tanto la hermosea, cesa de ser mujer para ser hombre; es la confusión de los sexos, el único hermafrodita de la naturaleza; ¿qué deja para nosotros? La mujer, reprimiendo sus pasiones, puede ser desgraciada, pero no le es lícito ser calavera.
Lo son contestó Flimnap ; pero una sociedad bien organizada como la nuestra no podía consentir que las mujeres, mucho más inteligentes que los hombres, cargasen con los trabajos pesados y enojosos, mientras el sexo vencido vivía en la tranquilidad y la molicie.
A la verdad, no era que despreciase el sexo, sino que reconocía en él un elemento engañoso, cuya persecución separaba al hombre de los no menos inconstantes halagos del poker , en el cual se puede decir que don Jacobo Melín era maestro consumado.
Se decía que los hombres son siempre así, hágase lo que se haga, y ante sus ojos las personas del sexo fuerte eran criaturas que al cielo le había placido hacerlas naturalmente fastidiosas, como los gansos y los pavos. Aquella mujer buena y caritativa no podía dejar de sentirse fuertemente atraída por Silas Marner, ahora que lo veía bajo un aspecto de una persona que sufre.
Su padre, administrador diocesano que había sido en aquella provincia, se murió el año anterior, dejándole una regular hacienda, setenta u ochenta mil duros, según los bien enterados. Este capital en Lancia le hacía un verdadero potentado. No hay para qué decir que fue el blanco de todos los tiros de las niñas casaderas, su ideal, su sueño dorado. Moro parecía poco inclinado al sexo femenino.
Sin embargo, no se podía dudar que la victoria quedaba por los labradores. A la cabeza de estos estaba una mujer, casada ya, celebrada por buena moza, Rosa, la que llenaba con mayor presteza los faroles de picadura. Con el traje propio de su sexo, Rosa era un tanto corpulenta en demasía; con el de labrador no había que pedirle.
Palabra del Dia
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