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Actualizado: 29 de junio de 2025


Allí estaban cubiertos de glorioso polvo sobre la mesa del despacho diabólicos artefactos de acero y madera, esperando en posturas interinas a que don Víctor emprendiese el estudio serio de las matemáticas, de todas las matemáticas, que tenía aplazado por culpa de la compañía dramática de Perales.

Villa, observando mi tristeza, me preguntó el motivo, pero no quise manifestárselo, porque lo hizo sonriendo. A me parecía aquello el negocio más serio de la tierra. Al fin, a los cuatro días mortales apareció Paca. ¿Trae usted carta? le pregunté temblando de anhelo. ¿Qué me da su mersé por eya? respondió la pícara mirándome con semblante risueño.

Andrés lo advertía con disgusto, porque deseaba tomase sus palabras en serio. Yo te quiero mucho, Rosa; más de lo que piensas... Y ¿para qué me quiere usted? preguntó volviendo hacia él su rostro y mirándole fijamente. Andrés quedó un instante suspenso. Te quiero... yo no por qué te quiero... No lo puedo remediar.

No, por una ausencia, que no es lo mismo, porque de lo pasado guardamos el uno y la otra la única memoria que nunca ensucia los recuerdos. ¿Y ahora? ¡Ahora!... ¿Sabes algo?... Nada ; pero imagino que habrás hecho lo que hace poco me recomendabas. En efecto dijo Oliverio sonriendo. Luego se puso serio y continuó: En otro momento te contaré. Ahora no hay oportunidad.

Mientras tanto, los trabajos alfonsinos tocaban a su término, y Jacobo, creyendo haber pagado a buen precio con la entrega de sus papeles el logro de sus ambiciones, importunaba de continuo a Butrón y hacíase presente a todas horas en el centro de hombres políticos que dirigían los trabajos del partido, en demanda de una cartera que jamás se le había prometido en serio, pero que se le había hecho vislumbrar a lo lejos como precio de su hurto, en los tiempos en que era la consigna barrer para adentro.

Si los pilletes hubieran osado mirar cara a cara a don Fermín, le hubieran visto, al asomar en el campanario, serio, cejijunto; al notar la presencia de los campaneros levemente turbado, y en seguida sonriente, con una suavidad resbaladiza en la mirada y una bondad estereotipada en los labios. Tenía razón el delantero. De Pas no se pintaba. Más bien parecía estucado.

Me has dicho algunas veces que tu posición y tu género de vida no te han permitido tratar ni conocer a fondo señoritas de esas a quienes el no tener que pensar en nada serio hace frívolas y vanidosas. ¿En qué consiste, pregunto yo ahora, que no habiendo podido conocerlas me confundes con ellas?

Hoy que vienes en ocasión muy oportuna. Por lo tanto, siéntate y dime qué asunto es ese que hace que vengas tan serio, tan estirado y tan correcto.

Mire usted si lo será, que casi no me atrevo... En verdad, tiene que ser algo muy serio para que te tanto reparo a ti, querida sobrina. Pero veamos, ¿de qué se trata? De cosas que no son propias ni de mi edad, ni de mi posición. Vamos, habla de una vez, tontuela.

La señora de Hermany se ruborizó; después, mirándole de frente con aire de niña en su primera comunión: ¿Y por qué «Agua que duerme»? Por nada... es un nombre indio. Y yo, señor, ¿tengo también un apodo? preguntó Juana sonriendo. ¿Vos? dijo. Fijó en ella la mirada, saludola ligeramente y añadió en tono serio: ¡No!

Palabra del Dia

rigoleto

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