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Actualizado: 10 de junio de 2025
Prodújose un rumor de admiración. ¿Y vuesas paternidades habéis recibido nuevas cartas de Francia? preguntó don Alonso al padre Jaime Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Casi todas se quedan por el camino. Este mes sólo una ha logrado llegarnos. Trae algunos pormenores de la primera acometida del Bearnés sobre París, en diciembre pasado. Sepamos, sepamos.
Sé que es necesario un poco de ilusión para sazonar su materialidad; todos ponemos en él un poco de mentira, para gozar de esa mentira aunque sepamos que lo es: pero en el fondo, yo me río del amor tal como lo entiende el mundo, así como me río de tantas otras cosas veneradas por las gentes... Yo no quiero enamorados; quiero admiradores. No busco inspirar amor; me place más la adoración.
Este juicio de que Ariston es hombre de bien porque tiene buen rostro, porque habla con modo, &c. suele ser falsísimo, y muchas veces con estas circunstancias se halla un ladron insigne. La razon dicta, que para afirmar seguramente que Ariston es hombre bueno, sepamos que es virtuoso, porque, como hemos dicho, no puede serlo de otra forma.
Tú me dirás entonces: pero ven acá, Martinán, burro, ¿cómo quieres que sepamos lo que nos conviene antes que haya hecho operación en el cuerpo? Yo te responderé: ¡alto, amigo, poco á poco! ¿Por qué no lo sabes? ¿porque no lo has visto? ¿Y has visto la Extremadura? ¿Y entonces por qué sabes tú que hay la Extremadura?...»
-Sepamos qué es esto de raíz -dijo a este tiempo el oidor. Pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió: ¿No conoce vuestra merced, señor oidor, a este caballero, que es el hijo de su vecino, el cual se ha ausentado de casa de su padre en el hábito tan indecente a su calidad como vuestra merced puede ver?
-Está bien -dijo Sancho-, pero sepamos ahora: esas sepulturas donde están los cuerpos desos señorazos, ¿tienen delante de sí lámparas de plata, o están adornadas las paredes de sus capillas de muletas, de mortajas, de cabelleras, de piernas y de ojos de cera? Y si desto no, ¿de qué están adornadas?
Y de España, porque como vos sois amo del rey, y el rey amo de España y es vuestro dueño don Rodrigo, resulta que don Rodrigo viene á ser amo de España. Seguid, don Francisco, á fin de que sepamos hasta qué punto estáis engañado.
Sepamos cuándo... ¿Cuándo? Para ayudar a usted necesito pedir licencia con anticipación. Es verdad. Pues bien. Antes me arrancaré la lengua que revelarle a usted todavía el lugar y la persona... Ni yo quiero saberlo: lo que me importa es la hora... Es cierto... Bien; repito que ni lugar ni persona los sabrá usted. Diré únicamente...
No hay esperanza. Hablaba sonriente, pero era su sonrisa semejante a la luz que alumbra un nicho. Pero, sepamos... interrogó Lucía a pesar suyo con angustiosa y febril curiosidad . ¿Pesa sobre usted alguna desdicha? ¿Alguna pena grande? Ninguna de las que el mundo llama tales. ¿Tiene usted familia... que le quiera?
Esto dicho, volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio, y don Quijote se quedó a caballo, descansando sobre los estribos y sobre el arrimo de su lanza, lleno de tristes y confusas imaginaciones, donde le dejaremos, yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo se apartó de su señor que él quedaba; y tanto, que, apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo la cabeza y viendo que don Quijote no parecía, se apeó del jumento, y, sentándose al pie de un árbol, comenzó a hablar consigo mesmo y a decirse: -Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido?
Palabra del Dia
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