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Actualizado: 7 de julio de 2025
Mis parientes se dieron mucha prisa en enterrar a mi padre; a eso de las cinco de la tarde comencé a sentir el murmullo de voces y pasos de gentes que entraban.
Pero, concebidos en el mal, esos amores llevaban en sí el germen de la destrucción; ninguno de ellos había dejado de hacerle sentir su podredumbre, todos le habían enfermado el alma; pero aquello no era más que su castigo merecido.
A ella dedicó el mismo Abd-el-rhaman los tan famosos versos: Tú tambien, insigne palma, eres aqui forastera; De Algarbe las dulces auras tu pompa halagan y besan: En fecundo suelo arraigas y al cielo tu cima elevas: Tristes lágrimas lloráras, si cual yo sentir pudieras: Tú no sientes contratiempos, como yo de suerte aviesa; A mí de pena y dolor contínuas lluvias me anegan; Con mis lágrimas regué las palmas que el Forat riega; Pero las palmas y el rio se olvidaron de mis penas.
En los primeros días le sedujo la novedad de ver caras extrañas, de sentir el roce de aquel arroyuelo de curiosos que, bifurcándose de la gran inundación de viajeros que corrían Europa, llegaba hasta Toledo. Pero al poco tiempo le parecieron iguales las gentes que veía todas las tardes.
Pero al llegar a casa y sentir en el cuello los brazos de su madre, de Carmen y hasta de su hermana, así como el contacto de todos los sobrinillos, que se cogían a sus piernas, el espada sintió desvanecerse esta tristeza. «¡Mardita sea!...» Lo importante era vivir; que la familia permaneciese tranquila; ganar el dinero del público como otros toreros, sin audacias que un día u otro conducen a la muerte.
Desechadas estas proposiciones, pronto se dejó sentir en el resto de la isla la influencia del hombre temido que arrancó de Mindanao el poder é influencia de nuestras armas.
Para evaporarse, no basta que un licor sea espirituoso: es indispensable que salga de la cavidad de su redoma es indispensable que la atmósfera inflame sus poros bajo el contacto de la luz del cielo. ¡Cuánto quiere decir este dolor confuso que experimentamos en medio de este enorme bullicio! ¡Cuánto deberia hacernos meditar y sentir!
Hasta la idea de lo que piden y obtienen apenas se percibe por los profanos sino de un modo confuso, allá en lo más recóndito y tenebroso del alma, allá en los abismos insondables del sentir con el sentido del espíritu, abstrayéndose de los otros sentidos.
Debía sentir impaciencia por encontrarse con él. Media hora antes la había visto en el paseo mirando a todas partes, como si lo buscase. Ni siquiera había hecho sus arreglos matinales. Iba como si se hubiese vestido a toda prisa, y con la melena alborotada. Debe haber vuelto a su camarote para adecentarse un poco. Tiene hambre de verle.
Se necesita tener un alma de oro para sentir estas delicadezas en medio de tantos vicios... Y basta de crónica, amigo Paco, que ya me has hecho hablar en una hora mucho más de lo que he hablado en todo el año.
Palabra del Dia
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