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Aquel comercio infame la dolía más que la repugnaba; en su vida de teatro, en la que entró ya seducida, enamorada del vicio, no había tenido ocasión de adquirir nociones de dignidad ni de amor puro; aquella mezcla del amor y el interés le parecía sólo producto de su oficio; que la hermosura tenía que ser el complemento del arte para ganar la vida, lo admitía, sobre todo desde que ella misma estuvo convencida de que jamás llegaría a ser prima donna assolutissima en los grandes teatros.

La de Candore, seducida por aquel carácter, que no era para desagradarla, la había proclamado una persona perfecta, no completamente linda, pero completamente distinguida. En efecto, la distinción era su marca soberana; al más modesto empleo, a la más humilde función llevaba ese aplomo superior de los que tienen conciencia de no rebajarse nunca.

Deseosa de vengarse y seducida al mismo tiempo por el esplendor de aquel mundo elegante con el que se rozaba sin penetrar en él, tuvo aventuras y engañó muchas veces a Salvatti, experimentando con ello un diabólico placer. Pero no; después de transcurridos los años, al examinar el pasado con la frialdad de la experiencia, comprendía los hechos. La engañada era ella.

Algo he hecho yo, ó arrastrada por mi maldad nativa, ó seducida por el enemigo común de nuestro linaje, para alborotar á ese mozo, hacerle abandonar su Universidad y sus estudios, y moverle á venir aquí en persecución mía.

Ocupan el mismo lugar, en donde la abandonó la vez primera, al pie de la ciudadela morisca de Benamejí. Fuera de por su equivocación, maltrata á la desventurada, y se propone abandonarla de nuevo. Dorotea se lamenta y procura mover su compasión; pero el inexorable libertino toma una resolución aún más horrible, y llama á los moros para venderles la mísera seducida.

Muy acertado estuvo Bouterwek al calificar la comedia Rubena de novela dramática, atendiendo al somero enlace de sus escenas: en la parte primera de esta pieza, como ya dijimos, se describe la apurada situación de Rubena, hija de un prior, seducida por un joven clérigo, y que, por evitar la cólera de su padre, se decide á parir al aire libre.

Pues... mi mujer ha sido seducida por el sargento mayor don Juan de Guzmán. ¡Oh! ¡Don Juan de Guzmán enamora á vuestra mujer!... Seguid, seguid. Y mi mujer se ha dejado enamorar de don Juan de Guzmán. ¿Y qué tiene que ver eso...? Tiene que ver mucho. Don Juan de Guzmán es ó era servidor de don Rodrigo Calderón. ¡Ah!

Claro está que al imaginarlo no se apenó como si se tratara de una hija suya; pero se disgustó y, sobre todo, aprovechó la ocasión para acrecentar con justa causa su odio hacia don Juan; casi alegrándose por tener motivo que atizara su deseo de venganza. Consideró a Cristeta seducida, abandonada, y le dio lástima; mas el sentimiento que le dominó fue el rencor.

Atraía la corte pontificia las miradas de la Europa entera por la espléndida aureola con que habian rodeado el solio de Leon X los poetas y los artistas; al propio tiempo la reforma se habia granjeado poderosos valedores entre la nobleza católica, seducida con la esperanza de sustraerse á la preponderancia intelectual del clero, y de apoderarse de los bienes temporales del feudalismo monástico.

Si usted alega una ley, yo alego otra, y entretanto mi hija no saldrá de mi casa, porque a ella ha venido espontáneamente y por su propia voluntad, no seducida por un cortejo, sino con deliberado propósito de vivir a mi lado, como hija obediente y cariñosa.