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Actualizado: 26 de mayo de 2025
En el hogar, saliente y no empotrado en la pared, alegraban la vista con sus llamas y daban grato calor la pasta de orujo, los secos sarmientos y la leña de encina y de olivo. Abundaban allí los muebles cómodos, y nunca faltaba, por lo menos, una mesa de tresillo. De diario eran tertulianos constantes el padre Anselmo y don Andrés.
La general llevaba orden de ir á Cabo de Palos; caminaron todo aquel día y la noche con viento próspero; después se les volvió el tiempo de manera que vinieron á descaecer á los Secos de los Querquenes, donde surgieron, aunque no todas, que algunas habían perdido la Real por un mal temporal que duró poco.
«Durante toda mi existencia pensaba Francisco han ido cayendo en el pasado todos mis días, lo mismo que esos pétalos secos, sin que un solo acto generoso los haya iluminado un instante. Ya no será ahora así, ya tendré un rayo de sol en mi pobre vida.»
Andrés ya se incorporaba rugiente, mascullando amenazas espantosas; y la muchacha, sin dar un grito, con los labios secos y los ojos llenos de llanto, le esperaba inmóvil, apoyando en la ventana sus brazos doloridos, sumida en un desesperado propósito.
Huí de Inglaterra para que mis paisanos no me rompieran los oídos con sus chillidos en el Parlamento, con sus pregones del precio del algodón y de la harina, y aquí encontré las mayores delicias, porque no hay fábricas, ni fabricantes panzudos, sino graciosos majos; ni polizontes estirados, sino chusquísimos ladrones y contrabandistas; porque no había boxeadores, sino toreros; porque no hay generales de academia, sino guerrilleros; porque no hay fondas, sino conventos llenos de poesía; y en vez de lores secos y amojamados por la etiqueta, estos nobles que van a las tabernas a emborracharse con las majas; y en vez de filósofos pedantes, frailes pacíficos que no hacen nada; y en vez de amarga cerveza, vino que es fuego y luz, y sobrenatural espíritu...
Vinieron á tiempo que no fueron menester. Primero de marzo, al hacer del alba, hicimos vela para los Gelves con muy buen tiempo, donde llegamos aquella misma noche, y reforzó tanto el viento, que fué muy gran ventura no perderse muchas naves al tornar de los Secos.
En vano intentaron aclararla el candidato y sus amigos, confortado ya el primero y secos los segundos al calor de la lumbre. El hidalgo no se franqueaba. Esto era un mal síntoma para ellos.
Un crucifijo de madera negra pendía de su cabecera. Cerca de la cama una mesita cubierta de libros piadosos y con algunos ramos benditos ya casi secos, adosados contra la pared. Al ruido que yo hice al entrar se volvió hacia mí y me dirigió una sonrisa. «¿Es usted me dijo , mi querido Gastón?
Godfrey reapareció en el salón blanco con los pies secos, y, puesto que hay que decir la verdad, con un sentimiento de alivio y de alegría, sentimiento demasiado intenso para que los pensamientos dolorosos pudieran combatirlo.
Cosas muy lindas debía ver, conforme se iba muriendo, sin saber que las veía, porque se le reflejaban en el rostro. La frente la tenía como de cera, alta y bruñida, y hundidas las paredes de las sienes. Aquellos ojos eran una plegaria. Tenía fina la nariz, como una línea. Los labios violados y secos, eran como una fuente de perdón. No decía sino caridades. Sola, sí, no quería estar ella.
Palabra del Dia
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