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Actualizado: 9 de junio de 2025
Respondí que no obstante que en Barahona había las partes que S. E. decía, y en mí no más obligación de quedar allí de la que tenían los que iban con él, que porque veía que para gobernar la gente que allí quedaba, por respecto de la mucha que se había salvado de las galeras, y ser de diferentes naciones y calidades, era menester persona de mayor cargo que el dicho Barahona, y que para ello yo ofrecía la mía é quería quedar en aquel fuerte, para que en los reinos de Sicilia y Nápoles se pudiesen proveer é reparar del peligro en que estaban, ansí por estar desproveídos de gente, como por lo que podía el armada hacer yendo tan victoriosa é poderosa, é que me parescía que ninguno podría hacer esto mejor que yo, é que así para ello hacía elección de mí propio y suplicaba á S. E. lo tuviese por bien, y también porque el agua y las demás vituallas eran pocas y era menester desde luego mandarlas dar con gran orden, especialmente el agua, que como digo era muy poca, y acabada, se acababa la empresa á los turcos, é que entendía bien cuán á peligro de perderme quedaba, é que para no serlo hallaba uno de tres remedios, y eran: ó que los turcos por abreviar su empresa diesen una gruesa batería y asalto, ó que nuestro Señor nos socorriese con unos turbiones de agua que en verano suele haber en Berbería, ó que V. M. nos mandase socorrer, que, cierto, sola la fama de que se juntaban galeras en Sicilia ó Malta bastara á hacer que los turcos se alargaran de la empresa, ó la abreviaran procurando tomarnos por fuerza y no por asedio, porque por tener la gente en tierra tenían las galeras desarmadas, y la parte donde ellos tenían su armada, eran secanos, y tan lejos de tierra, que con mucha dificultad un esquife de galera podía hacer más de dos viajes en un día; y si tuvieran nueva que se junctaban algunas galeras, les era fuerza, por guardar las suyas, embarcar la gente y tenerla en el armada, por la dificultad que, como digo, había de poderla embarcar brevemente y dejarnos á los del fuerte desembarazados, y para esto bastaban 30 ó 40 galeras, porque no embarcados, les podían tomar y quemar su armada, é queriéndola guardar nos dejaban en la isla libres, y siempre tuve esperanza que se haría, por no ser muy difícil, y que no embargante que entendía que me podían faltar cualquiera destas cosas, ó todas, yo quedaba allí por entretener aquel cuerpo muerto, que por tal se podía juzgar habiendo asedio, y que en esto quería hacer servicio á V. M., no poniéndoseme adelante ni mirando otro particular que éste, y también que no quisiese Dios que yo me salvase viendo quedar perdidos los que me habían sido compañeros en aquella jornada, y algunos dellos en otras muchas, y que S. E. fuese cierto que si los enemigos me quisiesen tomar por asedio, no podía dejar de perderme; pero que le prometía que cuando á estos términos llegase, y el agua me faltase, saldría á perderme dando la batalla, y que hasta esta extremidad yo procuraría entretener el fuerte é los turcos en aquella empresa, como después hice lo uno y lo otro.
Desde tierra he visto el barquichuelo este varias veces, unas quieto y otras andando... ¡y qué andar, caray! Vamos, ocasión hubo de volver la cabeza... por no verlo... Es la verdad, sí, señor, ¡caray! ¡Digo, y eso usted, que es pez de la mar!... Pues ¡qué me pasará a mí que soy de los secanos de Astorga?
Habla y anima á su gente; confiesan y comulgan todos; dan fuego á sus alhajuelas, que no les quedó otra cosa sino las armas, y salen á los enemigos con ellas en la mano; hieren y matan cuantos pueden, y al fin quedó preso D. Álvaro con mucha sangre de ambas partes, y el fuerte de los enemigos, no fuerte, antes flaco hecho, en los secanos y sirtes de Berbería.
Es así que se descubrieron las naves que dice D. Alvaro, y que la que saqueó D. Sancho de Leyva estaba metida por el canal una buena milla de donde dieron fondo las galeras, por no saberlo y tener por proa los secanos, donde invistieron algunas, y á D. Sancho le guió Chu Zamuza, arraez de una galeota que había tomado días había en la costa del reino de Nápoles, hombre muy plático de aquellos secanos, y así abordó la nave, que estaba sola, dejada de los moros, al cual siguió el Capitán Suero Feyjó con una galeota mía, y desde donde descubrieron dos galeras de turcos que se iban metiendo el canal adelante, cuanto más podían, hacia la Cántara, que quiere decir puente, por la cual se pasa de la isla á tierra firme; siéndole dicho á D. Sancho por el dicho Capitán Feyjó que se fuese tras aquellas galeras, no lo hizo, mas antes cortaron el cabo que tenía dado la galeota á la nave, y vino el dicho Capitán á la Capitana de Juan Andrea, donde yo estaba, y me dijo todo lo que había pasado.
Hubo otra calidad de importancia para fundar allí el fuerte, que fué que por razón de los secaños no se podía poner armada sobre él, porque habiendo de echar la gente en tierra seis millas de donde había de quedar, era entregalla á la de S. M. si viniera á salvamento, como se esperó, aunque por otro cabo parescía inconviniente para avituallarlo con una nave, lo cual se remediaba proveyéndole con carabelas armadas ó otros bajeles pequeños y de poco fondo.
Palabra del Dia
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