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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Sólo la tenue luz de una lámpara velada por el vaso de alabastro en que ardía iluminó la estancia tranquila, hasta que rayó el alba y sus resplandores primeros penetraron por la ventana, entreabierta a causa del calor del estío, penetrando también fresco y manso vientecillo, impregnado de aromas de mil flores, y el gorjeo de los pájaros que cantaban en la enramada y saludaban el día naciente.

Una numerosa muchedumbre hervía en los alrededores mirando envidiosa á los que entraban, á los que llegaban temprano temerosos de perder sus asientos: risas, murmullos, espectacion saludaban á los recien venidos, que desconsolados, se reunían con los curiosos y, ya que no podían entrar, se contentaban con ver á los que entraban.

Butrón y Morel tomaron asiento y Roger no tardó en distinguir entre los grupos de apuestos caballeros á uno que hacia él se dirigía y á quienes todos saludaban con respeto y miraban con evidente interés.

En cambio los de la bolsa de don Álvaro saludaban a los Vegallana; sonreían a la Marquesa, asestaban los gemelos a Edelmira y hacían señas al Marqués, y a Paco, que solían visitar aquel rincón comm'il faut. También esto lo envidiaba Ronzal, que era amigo político de Vegallana; pero trataba poco a la Marquesa.

Y dirigiendo casualmente la mirada hacia la aldea, que se hallaba sólo a dos tiros de carabina, vio a algunas mujeres barrer delante de sus puertas y a algunos vejetes que se saludaban, mientras fumaban la primera pipa del día, junto al umbral de su chamizo.

Al oír la una en el reloj de repisa, golpeó fuertemente el suelo con el pie y exclamó: ¡Se han apoderado del Rey! contesté. «¡Todo va biencomo decía el despacho recibido por el Duque. ¡Qué rato pasaría al oír esta mañana las salvas que saludaban al Rey! ¿Cuándo recibió el mensaje? Debió de ser por la mañana.

Al cruzarse los grupos en su apresurada marcha, se saludaban, como si no se hubiesen visto en mucho tiempo. Cambiaban sonrisas y guiños, lo mismo que en el paseo de una ciudad. Todas las mesas del fumadero estaban ocupadas. Algunos grupos tenían ante ellos un pequeño mantel verde y paquetes de naipes. Ojeda, en una de sus vueltas, vio al señor Munster a la puerta del café.

Era una verdadera batalla, descargas cerradas, arcabuzazos sueltos, tiros que parecían cañonazos. Todas las armas del vecindario saludaban la salida del santo.

El hijo de la señora Angustias sentía un orgullo de triunfador cuando le saludaban los señores ricos y las damas elegantes susurraban su nombre, designándolo con los ojos. Además, él era devoto del Señor del Gran Poder.

Cuando salían de esta angostura, llegando a la plaza de San Francisco, frente a los palcos levantados en el palacio del Ayuntamiento, los «pasos» daban media vuelta hasta quedar de frente las imágenes, y saludaban con una genuflexión de sus portadores a los extranjeros ilustres y personas reales venidos para presenciar la fiesta. Junto a los «pasos» marchaban mozos con cántaros de agua.

Palabra del Dia

aprietes

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