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Actualizado: 14 de mayo de 2025
No merece igual alabanza la muchedumbre de aquéllos, que, arrastrados por el aplauso que se dispensaba en Francia á la llamada escuela romántica, se ocuparon en aclimatar en Madrid los dramas semi-salvajes de la Porte de Saint Martín, ó en imitarlos en sus propios escritos, ó aquéllos, que, abusando de la libertad adquirida, no conocían regla ni freno alguno: estos últimos escribieron en España muchos dramas detestables, llenos de crímenes nunca vistos, de infamias y de asesinatos, en que se ofrecían con placer al público los horrores más repugnantes, y que mostraban, en vez de hombres, verdaderos abortos de perversidad y de locura.
A este llamamiento, todo el faubourg Saint Germain de Buenos Aires, se presentó al día siguiente. ¡Cómo se elogiaban los méritos de la señora doña Medea Berrotarán! ¡Cómo se condolían de la triste situación de mi tío! ¡qué dolorosa pérdida había experimentado! ¡Hasta don Buenaventura había dejado sus múltiples ocupaciones literarias para asistir al entierro! ¡Cómo no premiar treinta años de vasallaje, mudo, entusiasta, admirador de todas sus hazañas y desgracias!
¡Jesús! replicó la condesa . ¿De qué modo puedo yo evitar tamaña desgracia? Vas a saberlo continuó Rafael . Ayer he tenido carta de uno de mis camaradas de embajada: el vizconde de Saint Léger. Quítale el Saint y el vizconde, y deja Léger pelado repuso el general. Bien dijo Rafael ; mi amigo, que según el tío no es ni vizconde ni santo, me recomienda a un príncipe italiano.
Allí pasé los quince días más tranquilos y más felices de mi vida, trabajando por la mañana, muy temprano, y a primera hora de la noche, y recorriendo durante el día el mágico país que me rodeaba, los valles de Campan y de Lesponne, el convento de Medous y el Elysée Saint Paul.
Aturdido todavía y lleno de saña, entróse precipitadamente Jacobo en el carruaje y dio orden al cochero de volver a Bayona, al Hotel de Saint Etienne, donde se había apeado la víspera.
Los dos motivos de conversación general eran las carreras, sus accidentes y sorpresas, y los puestos de significación política que aún faltan por llenar. Se hablaba al mismo tiempo de «Vadarkblar» y del futuro intendente, de «Saint Emilion» y del nuevo jefe de policía, de «Sangre Azul» y del que llenará la vacante de la dirección de Correos.
Cuando se hubieron reunido a las personas tranquilas que habían preferido pasar la tarde a la sombra, bajo los manzanos de la huerta, declararon que no tenían la intención de volver tan temprano a Etretat, que querían comer en Saint Jouin, y bailar después en la vasta pieza alfombrada de césped. Esta sala, llena de muebles antiguos, es una de las curiosidades artísticas de la hostería.
A la mañana siguiente, cuando Juan se despertó, un criado le previno que el almuerzo tendría lugar en las cercanías, en Saint Jouin, en la venta de la bella Ernestina, y que se le rogaba que estuviera a las once en la casa para la partida.
Llegados a Saint Jouin, la juventud invadió el jardín a la francesa de la célebre hotelera, mientras que la gente más seria, o más hambrienta, se preocupaba del almuerzo. Sus inquietudes se calmaron en breve a la vista de una cocina notablemente organizada, de la que salían olores incitantes, y todo el mundo se instaló en el jardín, bajo una carpa, alrededor de una larga mesa ya preparada.
La gran explanada del monte estaba sembrada de heridos y de muertos. Iban recogiéndolos en camillas. Todavía seguía la acción, pero poco después una columna de ejército avanzaba por el monte por otro lado, y los carlistas huían a la desbandada hacia Francia. Fueron Martín y Catalina en su carricoche a Saint Jean Pied de Port.
Palabra del Dia
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