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Actualizado: 21 de junio de 2025
Si bien yo no me aflixo por ser dueño, Hasta, como decís, que á Madrid vea, Que sin él tengo al mundo por pequeño. Y que éstos serán muchos, cosa es clara, Porque el diestro sainete de mis suelas, Es del amor la más segura xara. Y más al redoblar las castañuelas, De quien dudo que escape el más cartujo, Antes dará ocasión á mil novelas.
Los alegres comensales contemplaron á D. César con sorpresa y curiosidad como si no le hubieran visto en su vida. Sin duda la sidra y el vino les habían borrado el recuerdo. ¡Cielos, el dorio! dijo uno. ¡El ingenioso hidalgo! manifestó otro. ¡El enemigo de Pericles! apuntó un tercero. Y todos se guiñan el ojo con maliciosa alegría y se prometen un sainete divertido para fin de la fiesta.
El sainete, con arreglo á sus ideas, no había sido nunca otra cosa que una pintura natural y fiel de algún suceso cómico de la vida ordinaria, quedando por completo al arbitrio del poeta imprimirle mayor ó menor carácter dramático en su plan y desarrollo.
Un entremés de Cervantes se representaría con trajes del tiempo de Cervantes, y un sainete de D. Ramón de la Cruz con los trajes que los majos y las manolas gastaban cuando vivía y los retrataba tan á lo vivo aquel escritor ingenioso. Otro uso antiguo, desde hace años casi perdido, resucitaría yo en nuestro teatro: el indispensable intermedio de baile nacional entre el drama y el sainete.
Si la cinematografía no hubiese de dar en el curso de su desarrollo otras cosas que el sainete grotesco é inverosímil que hace reir con payasadas de clown, ó las historias de ladrones y detectives, yo abominaría de ella, como lo hacen muchos.
Mirando aquella figura de sainete que se presentaba tan inoportunamente, dije para mí: ¿Qué vendrá a hacer aquí D. Pedro del Congosto? ¿Si creerá que sus caballerías ridículas sirven de alguna cosa en estas circunstancias? La de Leiva abrió los ojos, vio al estafermo, y como si no diera importancia alguna a su persona, volviose a mí y me dijo: ¿Qué piensa usted de lord Gray?
¡Pues yo lo deshago! replicó Juan en fogoso arranque. Eso se dice ahí, en el escenario, pero aquí en la vida... ¡ya no podemos ser dichosos! ¿Luego me quieres? ¡alma mía! ¿No eres feliz? ¿Qué hombre es ése? ¿Por qué te has enamorado? Cuéntamelo todo. No me atormentes más, que estoy sufriendo mucho...; mira, mira añadió levantando un poco la cortina márchate, que ha comenzado el sainete.
Estas manifestaciones dieron motivo á las cándidas líneas que la Gaceta de Sevilla, escrita por Lista, insertaba en su número del sábado 10 de Febrero: «Anoche asistió S. M. á la función que le había ofrecido la Ciudad en el teatro, el cual ha sido abierto al cabo de dos años que permaneció cerrado. Hubo una cantata, comedia, sainete y varias danzas de las propias del país.
Palabra del Dia
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