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Actualizado: 23 de julio de 2025


Nélida deshizo con presteza la barricada de objetos, y otra vez salió a luz el doctor Ojeda, pero despeinado, sudoroso, con la faz congestionada, parpadeando cual si no pudiese resistir la luz. Ella rio al verle en esta facha, al mismo tiempo que arreglaba amorosamente el desorden de su traje y le sacudía el polvo del encierro.

Por las rápidas gesticulaciones del sacerdote, la manera cómo sacudía, primero, sus dedos apretados, y luego alzaba su mano abierta y tocaba su antebrazo izquierdo, podría haber afirmado que estaba hablando de algún secreto, cuyo poseedor había desaparecido.

No sin razón decia Voltaire, haciendo resaltar la pequeñez física de Ginebra en contraste con su alto valor social, que «cuando él sacudia su peluca en aquella ciudad, cubria de polvo á todo el cantonJamas un puñado de tierra encerrado en tan estrechos horizontes fué mas encantador por su aspecto, ni mas ampliamente fecundo para la civilizacion, por sus genios eminentes y sus esfuerzos seculares en servicio de la libertad.

Algunas personas decían que Marner debía haber tenido un «ataque», palabra que parecía explicar cosas de otro modo increíbles; pero el señor Macey, gran argumentador y chantre de la parroquia, sacudía la cabeza con incredulidad, y preguntaba si se había visto nunca a nadie perder sus facultades sin que rodara al suelo.

Sacudía en torno de la frente el manojo de sierpes de su cabellera; dejaba flotante sobre su cuerpo el sutil kimono, que había llevado recogido hasta entonces, como si quisiera replegarse, disminuirse en su marcha silenciosa. ¡... ! dijo al entrar, con risa triunfante . ¡Aquí me tienes!

Sentáronse sobre el manto de césped salpicado de florecillas blancas, y empezaron á contemplar con ojos extáticos la serpiente de plata que se arrastraba perezosamente á buscar su guarida en el molino. La condesa se bajaba, metía la mano entre sus escamas y la sacaba mojada y la sacudía riendo sobre la cara de Pedro, el cual reía á su vez y no se tomaba el trabajo de limpiarse.

Nos quedamos, pues, sentados el uno frente al otro, separados por el angosto madero de la cama, con los brazos apoyados en el borde, mirando al otro extremo el rostro de Marta, que un movimiento nervioso sacudía a cada instante; sus párpados parecían cerrados, las sombras de sus pestañas descendían hasta muy abajo en sus mejillas; pero, cuando uno se inclinaba hacia ella, veía brillar en el fondo de las obscuras cavidades el blanco de los ojos, con un lustre de nácar pálido.

Muy curiosa, casi cómica, era durante aquel triste interrogatorio la actitud de la Baronesa de Börne, la cual, ya que no podía hablar apretaba los labios, movía los ojos, sacudía la cabeza, inclinaba todo el cuerpo, como si sucesivamente repitiera las preguntas del juez y confirmara las respuestas del médico y del Príncipe, para hacer ver que ella había previsto las unas y las otras, y advertir por señas que también ella tenía una observación que hacer.

Si la mato no hay lección. La enseñanza es más cristiana que la muerte, quizá más cruel, y de seguro más lógica... Que viva para que padezca y padeciendo aprenda... Pero a él debo matarle... ¡a él !». Oyendo el estrepitoso fin de la pieza, tuvo como un sopor de medio minuto, y volvió de él asaltado por esta idea que le sacudía: «No, matar no. Su maldad es necesaria para este gran escarmiento.

Sabía que San Agustín había sido un pagano libertino, a quien habían convertido voces del cielo por influencia de las lágrimas de su madre Santa Mónica. No sabía más. Dejó caer el plumero con que sacudía el polvo; y en pie, bañados por un rayo de sol su cabeza pequeña y rizada y el libro abierto, leyó las primeras páginas. Don Carlos no estaba en casa.

Palabra del Dia

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