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CIRILO. ¡No...! Pero los soldados que pasaron en las primeras líneas los meses más rudos conservaron la rudeza de su precaria existencia. No saben hablar a las mujeres, y alguno hubiera podido agraviarla... LEONIE. ¡Bah! ¡Figúrate ...! ¡Precisamente en mi oficio...! CIRILO. Desconocía su oficio, como usted dice. Suponía que usted era el ama de gobierno de una señora anciana... su lectora...

Un caballo, al ser herido en el vientre, esparció en torno de él, vaciando sus entrañas, una lluvia nauseabunda de excremento verdoso, que vino a manchar los trajes de los toreros cercanos. El público celebraba con risas y exclamaciones las ruidosas caídas de los jinetes. Sonaba la arena sordamente con el choque de los cuerpos rudos y sus piernas forradas de hierro.

Fue imposible conseguir una danza formal que nos prometiera el capitán, pero en los bosques de la Alhambra y en las calles del Albaicin pudimos ver algunas muestras. ¡Qué de agitación, de delirio artificial, de extrañas contorsiones, de locura reflexiva, de lubricidad aparente en una raza esencialmente casta! ¡Qué de sonidos atropellados, rudos y de salvaje melancolía!

Te alzaste entonces y le venciste: no mas tiranos, dijiste, no mas abatimiento; pero fue inútil tu cólera; vano, enteramente vano, tu generoso ardor contra tus rudos opresores. No pudiste ni aun muerto el-Khassem gozar de la vista de ese Yahhyay á quien amabas. Precipitáronse los sucesos de una manera espantosa, y en menos de dos años tuviste que obedecer á la voz de cuatro reyes.

Eran los versolaris, los trovadores éuscaros que se mostraban en todas las fiestas. La poesía florecía en las tabernas con el bullicio de la embriaguez. Eran rudos campesinos que no sabían leer, pero que mostraban cierto ingenio y una gran facilidad de improvisación. Sus versos sólo tenían de tales las rimas, con una completa ausencia de sentimiento poético.

Por esto no se resistió á ello, recordando los precedentes, pero el miedo al abuso la hizo retirarse de la ventana. Veamos el palacio encantado que me ha prometido mi flirt dijo alegremente, para distraer la insistencia de Ulises. En el centro había una mesa de tablas mal cepilladas y rudos pies. Los manteles y los platos disimularían luego este horror.

Aunque habitaba enteramente sola y cuando joven era bella supo defender su honestidad tan bravamente que los mozos de la parroquia le pusieron por sobrenombre la Pura y este apodo le quedó. Ahora ya era vieja, aunque no tanto como aparentaba. Los rudos trabajos, las privaciones y la acción de la intemperie habían arrugado su rostro antes de tiempo.

Salabert se apartó un poco del grupo y se dejó caer sobre el brazo de un sillón adoptando una postura grosera, para lo cual sólo él tenía derecho. En vez de ser mal vistos aquellos modales libres y rudos, contribuían no poco a su prestigio y al respeto idolátrico que en sociedad se le tributaba.

En la mente de D. Fadrique no entraba la idea de la fervorosa caridad con que el hermano Toribio, á fin de salvar y purificar las almas de cuantos muchachos cogía, les martirizaba el cuerpo, dándoles rudos azotes sobre las carnes desnudas.

Reproducíase en esta danza tradicional, inventada sin duda por los primeros pobladores de la isla, rudos piratas de la edad heroica, la eterna historia de los humanos, la persecución y la caza de la hembra.