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Actualizado: 20 de junio de 2025


Los chilenos mismos suelen preferir esa vía, que les evita los rudos mares del Sur y el cansancio de esa navegación monótona, mientras la ruta del norte presenta mares tranquilos y las frecuentes escalas que aligeran la pesadez del viaje. Una vez abierto el canal, raro será, pues, el buque que vaya a buscar el Estrecho de Magallanes para entrar en el Pacífico.

Si suponemos que este hombre nada sabe de las teorías de probabilidades y combinaciones, que ni aun tiene noticia de esta ciencia, ni ha pensado nunca en cosas semejantes, su certeza será igual, sin embargo de que no podrá fundarla en cálculo de ninguna especie; igual la tendrán todos los circunstantes rudos ó cultos, ignorantes ó sabios: sin necesidad de reflexion, instantáneamente, todos dirán ó pensarán: «esto es imposible, esto no se verificará.» ¿En qué fundan, repito, tan fuerte conviccion?

Sobre todo es intolerable el desprecio que hace de los antiguos, y la ciega deferencia á los modernos. En la Dedicatoria al Rey de Portugal dice: Que los modernos á lo menos son iguales, alguna vez superiores á los antiguos, porque ¿quién hay entre estos que en las Ciencias mas sérias nos haya dexado otra cosa que principios rudos y desordenados?

Pues volviendo á la cuestion moral, hemos descubierto que el palaustre francés anda tambien alisando la cara de las costumbres, y que más allá de esa cara lisa y graciosa, abajo, en lo hondo de la fábrica, hay ciertas escorias que el palaustre no puede quitar, porque el palaustre no quita nada, lo compone todo. Y nosotros, rudos y aviesos españoles, no queremos esas composturas francesas.

Aquí, inquietos, vagabundos, aventureros; allí, sedentarios, rudos para la labor, económicos y perseverantes. Más allá, sombríos, desconfiados, tétricos; en el Cauca, poetas, soñadores, vibrantes; en Bogotá, cultos, eruditos, decidores, eminentemente sociales.

El humo de los cigarros y el polvo de las pisadas formaban una nube azulada sobre las cabezas, que el sol doraba con sus rayos, al pasar por las altas vidrieras; la rueda era como la roca, contra la cual se estrellan las oleadas tempestuosas; allí los gritos eran más fuertes, los apóstrofes más rudos, la lucha más reñida, más desesperada, más implacable; los bastones, esgrimidos por brazos que la pasión enardecía hasta la epilepsia, se levantaban amenazadores.

Sus navegantes atrevidos bajaban á lo largo de la costa española, fundando ciudades que eran focos de civilización para los rudos íberos, así como Marsalia lo fué para los belicosos galos. Ferragut, al pasar ante el palacio de la Bolsa, lanzaba una mirada á las estatuas de los dos grandes navegantes marselleses Eutymenes y Pyteas.

¡Muy original... muy interesante! Doña Sol sonreía escuchando los detalles de la existencia de aquellos hombres rudos, siempre a vueltas con la muerte, y a los que había admirado hasta entonces de lejos.

Los picadores Potaje y Tragabuches, mozos rudos y de acometividad, aficionados a riñas y «broncas», y que sentían una confusa aversión hacia los hábitos, le azuzaban en voz baja. ¡Ahí lo tiés!... Entrale por derecho... Cuérgale der morrillo una soflama de las tuyas.

Le pedían que volviese, como si su presencia, siendo milagrosa, pudiera sujetar las fuerzas naturales. Entró en la Presa con un frío glacial. Volvió á enfundarse en un gabán de chófer con los pelos afuera que había usado siempre en los días rudos del invierno. La población estaba casi desierta. Las casas de madera, que eran las más fuertes, tenían cerradas puertas y ventanas.

Palabra del Dia

vorsado

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