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Actualizado: 16 de julio de 2025


Si habrá venido a almorzar mi primo... Lo que es hoy me tiene que hacer un reconocimiento en toda regla, porque me siento muy mal... Que me ausculte bien, porque este corazón parece un fuelle roto. ¿Será esto un fenómeno puramente moral? Puede ser. Ya veo yo el remedio... ¡Pero qué verdes están las uvas, qué verdes!

Pero el emperador no estaba muerto todavía. Al lado de su cama estaba el pájaro roto. Por una ventana abierta entraba la luz de la luna sobre el pájaro roto, y el emperador mudo y lívido. Sintió el emperador un peso extraño sobre su pecho, y abrió los ojos para ver. Vio a la Muerte, sentada sobre su pecho.

El hilo se había roto y la espada de Damocles me cayó sobre el corazón. ¡Qué poco sentido común el de ese rey! ¡Atar una espada de tanto peso con un hilo tan débil! ¿No dice la historia que fue de un cabello? estoy por creerlo. Sin duda alguna, yo esperaba esta revelación, pero mientras los hechos no se verifican, ¿qué criatura humana no abriga en el fondo de su corazón un poco de esperanza?

Pepe, desde que dejó por la cesantía de ir a la biblioteca del Senado, dedicó las tardes a hacer compañía a su padre, y entonces comprendió que su madre y su hermana habían roto todo lazo que las sujetase al hogar.

Mientras éste, después de haber roto el sobre, se acercaba a la puerta para leer mejor el telegrama, el Príncipe, guiñando sus ojuelos llenos de malicia, observaba disimuladamente el rostro del lector y trataba de descubrir en él si la noticia que el papel contenía iba a ejercer una buena o mala influencia sobre el importante asunto que tanto interesaba al pueblo.

Rodrigo Arias, herido mortalmente con el golpe, que ha roto su yelmo, cae moribundo en los brazos de su padre, y en sus últimos momentos sólo se acuerda de preguntar quién es el vencedor. Don Diego de Lara quiere recomenzar la lid, para lograr un triunfo completo; pero se declara que ha sido vencido, puesto que ha traspasado las barreras.

Mas creo, pues no has querido Olvidarme en este estrecho, Que has visto sano mi pecho, Aunque tan roto el vestido. Desde agora claro entiendo Que el poder que en se encierra, Abraza el cielo y la tierra, Y mas que no comprehendo.

Bueno, pues no me he explicado bien: es favorable y no es favorable, porque en rigor... él es inocente, en este caso concreto a lo menos; y además, aunque no lo fuera... el que rompe paga... y él quería pagar... sólo que no había roto... ¿Me explico? No, señor; pero no importa. No se moleste usted. Al cura empezaba a parecerle un majadero el marido de la doña Emma Valcárcel.

Porque ya no les tenían miedo.... ¿Y por qué no les tenían miedo? ¡Cristo! Porque ya no estaban abandonadas é incultas las tierras de Barret, aquel espantajo de desolación, que aterraba á los amos y les hacía ser dulces y transigentes. Se había roto el encanto.

Hay viejas cámaras con puertas cuadradas, con cerraduras chirriantes, con techos inclinados de retorcidas vigas, con lejas anchas, con armarios telarañosos que encierran un espejo roto, un velón, una careta de colmenero; con largas cañas colgadas del techo, de las que en otoño penden colgajos de uvas, melones reverendos, gualdos membrillos, manojos de hierbas olorosas.

Palabra del Dia

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