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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Cuando, al impulso de mis imaginaciones melancólicas, se huyó el deseo de recrear la mirada en los rostros peregrinos de las cigarreras, volvime para derramarla por el río y sus pintorescas márgenes. El sol acababa de ponerse.
Es el paseo de la burguesía, y esto basta para que se haya captado la antipatía de la sociedad distinguida y ociosa. Mas en el sexo femenino que allí acude los días de fiesta suelen verse rostros muy lindos, dicho sea con perdón de aquella sociedad.
Los habitantes de las pobres viviendas que guarnecen por aquellos sitios la carretera, se asomaban a las puertas y ventanas, reflejando en sus rostros más curiosidad que tristeza, y las comadres del barrio se decían de ventana a ventana algunas frases de compasión para el reo, y no pocos insultos para los que íbamos a verle morir.
Eran combatientes de profesión, soldados que en tiempos de paz vivían peleando en las colonias, perfiles enérgicos, rostros bronceados, ojos de presa.
De remos y sirenas impelida La galera se dexa atras el viento, Con milagrosa y prospera corrida. Leiase en los rostros el contento Que llevaban los sabios pasageros, Durable, por no ser nada violento. Unos por el calor iban en cueros, Otros por no tener godescas galas En trage se vistieron de romeros.
Gustaba en los días de corrida, después del temprano almuerzo, de quedarse en el comedor contemplando el movimiento de viajeros: gentes extranjeras o de lejanas provincias, rostros indiferentes que pasaban junto a él sin mirarle y luego volvíanse curiosos al saber por los criados que aquel buen mozo de cara afeitada y ojos negros, vestido como un señorito, era Juan Gallardo, al que todos llamaban familiarmente el Gallardo, famoso matador de toros.
En los rostros había tanta alegría, que la muchedumbre toda era una sonrisa, y no hacía falta que unos a otros se preguntasen a dónde iban, porque un zumbido perenne decía sin cesar: ¡A las Cortes, a las Cortes! Las calesas partían a cada instante. Los pobres iban a pie, con sus meriendas a la espalda y la guitarra pendiente del hombro.
12 Prueba, ahora, con tus siervos diez días, y dennos de las legumbres a comer, y agua a beber. 13 Parezcan luego delante de ti nuestros rostros, y los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey; y según que vieres, harás con tus siervos. 14 Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días.
10 Y dijo el príncipe de los eunucos a Daniel: Tengo temor de mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más tristes que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis mi cabeza para con el rey. 11 Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por príncipe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael, y Azarías:
Esforzad, esforzad la turbada vista y descubrireis más rostros conocidos y simpáticos.
Palabra del Dia
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