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Quedó el ingeniero con la diestra inmóvil y la pluma en alto. Había perdido su rígida impasibilidad de hombre autoritario. Tenía los ojos húmedos á causa de su emoción y se pasó una mano por ellos. Hizo un esfuerzo para reconcentrar su voluntad y siguió escribiendo el final de su carta: «¡Adiós á ti, esposa mía! ¡Adiós, hijos míos! Hasta el próximo correo. Roger de Canterac

Bien, señora, dijo el barón; esa es sin duda la respuesta que en iguales circunstancias me hubiera dado mi inolvidable esposa, para quien son mis últimos pensamientos. ¿Qué es esto, señor barón? exclamó en aquel momento Roger con fuerte voz, desde el lado opuesto de la terraza. ¿Esto? ¡Por San Jorge! dijo el barón acudiendo presuroso, un montón de proyectiles para bombardas.

Entregáronse á dos caballeros, cuyos nombres el tiempo y el descuido dejaron envueltos en tinieblas, para que luego partiesen á Constantinopla, y diesen su embajada de parte de toda la nacion. Llegaron en breves dias con una galera reforzada de Roger. Sabida su venida, y con alguna noticia de la Embajada que traian, fueron recibidos de Andronico con agradecido semblante y muestras de mucho amor.

Al fin todos los Capitanes juntos á instancia de María, cuyas sospechas no les parecian vanas, fueron á Roger, y le pidieron que dejase, ó si quiera, difiriese la jornada hasta estar más asegurado y satisfecho del animo de Miguel.

Sabida la rebelion de los de Magnesia por Roger, quiso castigarla luego; y así con parte de los Alanos que le seguían, de los Romeos, y con todos los Catalanes fué á poner sitio á la ciudad para castigarla, como merecia tan fea maldad.

Pero en este caso me parece dar más crédito á Montaner; porque al principio de este capítulo escribe Pachimerio, que si en esta relacion se apartáre de la verdad, no tendrá la culpa el escritor, sino la fama de quien él lo supo, y como la que corria entre los Griegos de nuestras cosas, era siempre falsa, no se le debe de dar crédito en lo que difiere de Montaner, y facilmente en este caso les podemos conciliar; porque solo difieren, en que Pachimerio por constante que el Papa pidió la persona de Roger á Don Fadrique, y Montaner dice que se temió el caso, pero no que sucedió; y así no fué mucho que la fama de tan lejos añadiese lo demás.

Gregorio General, principal ministro de la muerte del César Roger con mil caballos, dió principio al terrible y espantoso combate, oponiéndose á nuestra caballería, que iba á meterse entre los reparos que tenian hechos con los carros. Travóse sangrienta batalla, porque fueron las demás tropas de una y otra parte cerrando con la infantería.

Hiciéronse las bodas con la solemnidad de personas Reales; porque el valor de Roger pudo igualar la nobleza de la mujer. Era María hija de Azan Príncipe de los Búlgaros, y de Trene hermana de Andronico, de quince años de edad, hermosa y por extremo entendida.

Cabezas de jabalí deliciosamente adobadas, faisanes asados, dulces y cremas nunca gustados antes, prodigios de repostería, uno de los cuales representaba en todos sus detalles el exterior del regio palacio de Windsor, tales fueron algunas de las maravillas culinarias que saboreó Roger en la antigua abadía francesa.

Contemplaba Roger con admiración el soberbio animal, pero Simón no pudo resistir el instinto del cazador y preparó su arco. ¡Tête Dieu! exclamó en voz baja. No vamos á tener mal asado en la comida. ¡Teneos, amigo! dijo Tristán posando la mano sobre el arco de Simón, á tiempo que el gamo desaparecía á todo correr. ¿No sabéis que la ley es rigorosísima?