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Asombrados contemplaban nuestros viajeros el inesperado espectáculo, cuando el azotador entregó libro y disciplinas á su compañero y descubrió sus propias espaldas, de las que muy pronto empezó á correr la sangre, á los zurriagazos furibundos que le daba su verdugo. Cosa extraña y nueva aquella para Roger y Tristán, mas no para el arquero.

Roger salió de Philadelphia á poner en libertad á algunos pueblos de que estaban apoderados los Turcos, y entre otros á Culla algunas leguas mas adelante hacia el Levante de la Ciudad; pero sabida la retirada y huida de su ejército, se retiraron los turcos.

En este estado se hallaba Roger cuando le tomaron los Catalanes y Aragoneses por General en la empresa que intentaban. Determinan los capitales su jornada, y suplican al Rey les favorezca.

Embajada de los nuestros al Emperador Andronico, y su respuesta. Roger y las demás cabezas principales del ejército resolvieron, que luego se enviasen dos Embajadores al Emperador Andronico á proponerle su servicio.

Magnesia era una Ciudad fuerte y grande, y por entre ambas cosas difícil de ganar si los ánimos de los naturales estaban unidos. Sucedió que Roger mal advertido les entró á pedir, que para cuando él volviese le tuviesen á punto caballos y dinero para socorrer su gente.

Roger dividió en tres tropas su caballería, Alanos, Romeos y Catalanes, y Corbaran de Alet, á cuyo cargo estaba la infantería, la dividió en otros tantos escuadrones, y hecha señal de acometer se envistieron con gallardo ánimo y bizarría.

Tan distraído y preocupado iba que su compañero acabó por callarse, hasta que torció á la izquierda por el sendero de El Castañar, dejando á Roger en el ancho camino de Salisbury. Algunos pordioseros, un correo del rey, varios leñadores y otras personas que encontró en su camino le indicaron la proximidad del poblado.

Las depredaciones de grandes señores feudales siguieron aminorando la propiedad, y no menos la redujeron algunas donaciones á la iglesia, como la hecha por el padre de Roger, que abrió á éste las puertas de Belmonte.

Roger, más débil á cada momento que pasaba, oyó con admiración la voz tranquila del capitán que seguía mandando la maniobra con tanta calma como lo había hecho durante el combate. No deja de tener averías bastante graves nuestro pobre Galeón, dijo Golvín al señor de Morel apenas pudo hablarle.

Ascendía á Roger de Flor á la dignidad de César, pero lo obligaba á volver atrás, intentando al mismo tiempo introducir la discordia entre los jefes de la expedición.