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Actualizado: 13 de junio de 2025
»Ahora, bien, en pocas horas supe que Gilberta M... era una coqueta empedernida, muy experta en audaces amoríos... Se citaba el número de sus adoradores, casi igual al de sus trajes... Se me dijo que aquella joven tan perfecta, era tan desagradable en el interior de su casa, como encantadora fuera... Supe que era incapaz de coger una aguja, pero que, en cambio, sobresalía en el piano, en el tennis y en el croquet, que nadie montaba en bicicleta como ella y que no tenía rival en la gabota...
No sentía ninguna veleidad feroz; era lo mismo que la criaturita que le amaba tan entrañablemente sin que siquiera lo sospechara. Certifico que jamás se le pasó por la mente envenenar a su rival, ni atravesarlo de parte a parte en ningún claro de bosque solitario y poético. Cuando vio sus ilusiones hechas humo, vino de visita con el comandante.
Ya en la plaza, ya a la sombra de algunos álamos que están en el altozano, cerca de la iglesia, y donde se reúne y platica la gente moza, varios amigos y conocidos embromaron pesadamente a Antoñuelo por el papel desairado y ridículo que suponían que había hecho reverenciando, sirviendo y adorando casi como una deidad a una mozuela que le desdeñaba y que aceptaba, quién sabe hasta qué punto, los regalos y el amor de un rival dichoso.
Me negué, con impaciencia. Creyendo que mi negativa fuera para no aburrirlos, insistieron, y tanto insistieron, que no me quedó más remedio que escaparme... Pues esa misma noche, interpretando mal mi huida, Clarita se comprometió con mi rival, que, como todos los rivales, me parecía un tonto de capirote.
Sin embargo de todo, las Delicias tienen hoy un rival terrible, con el que en vano intentan competir, y que le ha disputado, sin duda con gran ventaja, la predilección de los sevillanos.
Las comidas que daba en su casa no tenían rival, como no fuesen las cenas que daba en la de su querida. El mundo, que es siempre indulgente para los hombres, le perdonaba aquel derroche de su vida y de su fortuna. Además, hacía las cosas galantemente, porque sus placeres mundanos no levantaban un eco doloroso en su casa.
Usted mismo me ha puesto al corriente de sus aventuras. Vamos, amigo mío, seamos francos. ¿No me dijo usted mismo que pensaba llevársela a Malta? Lord Gray sonrió. Yo no he dicho eso exclamó vacilando. Usted... usted mismo. Y yo prometí ayudarle en la empresa, a cambio de su auxilio para matar a mi aborrecido rival Currito Báez. Es verdad dijo riendo . Bien, amigo mío.
Soledad la devoró con la vista largo rato y dejó escapar un suspiro. ¡Sí, si cualquiera hallaría á su gusto esta chiquilla! Y ella, que poseía los ojos más hermosos de Cádiz, envidió en aquel momento los pequeñuelos y maliciosos de su rival; quisiera ser bajita y tener la nariz remangada como ella. Isabel era rubia y desgarbada.
Tú, de celeste acento, melodioso rival de filomena, que en variado concento en la noche serena disipas del mortal la amarga pena; Tú, que la pena dura animas al impulso de tu mente, y la memoria pura del genio refulgente eternizas, con genio prepotente; Y tú, que el vario encanto de Febo, amado del divino Apeles, y de Natura el manto, con mágicos pinceles trasladar al sencillo lienzo sueles;
Fernando huye de la justicia, que le persigue, y pide auxilio al primer caballero que encuentra, el cual no es otro que su rival el marqués Don Fadrique, que le promete ampararlo, como era de esperar de su hidalguía, y le presta su capa para que se disfrace y no lo conozcan.
Palabra del Dia
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