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Actualizado: 13 de junio de 2025
Sus aguas rogizas forman un contraste con las cristalinas de este último: por lo demas, las riberas del rio Sara presentan, aunque con ménos terrenos bajos, absolutamente el mismo aspecto; pues se hallan cubiertas de igual modo que las del Mamoré, de bosques muy variados por la diversidad de árboles de que se componen, y entre los que sobresalen las palmas motacúes.
Años y más años pasaron, llevándose como un torrente sus deseos y sus energías hacia riberas que no eran precisamente las de la ternura. Si alguna vez recordaba los episodios de sus principios en Val-Clavin no era sino para reírse desdeñosamente de ellos como hace el hombre maduro con las locuras de la juventud.
Sobre todos los puntos bajos donde el agua se arrastre con esfuerzo, los depósitos se acumulan, nacen los juncos, y las riberas, levantadas sobre pequeñas penínsulas, avanzan incesantemente sobre la superficie del arroyo.
El Mamoré, tan ancho como el Guaporé, me enseñó sobre sus riberas y sobre las de sus tributarios, en el curso de una navegacion como de cien leguas, las hermosas misiones de la Exaltacion, de Santa-Ana, de San-Xavier, de la Trinidad y de Loreto.
Amigo era Azcune, y amigo lo era Melliza, laborioso hijo del país y dueño del magnífico y bien montado astillero que se levanta á las riberas de Occidente, así que tuvimos que aceptar por igual la hospitalidad de aquellos dos hijos del trabajo.
Abandonó la vida social, la ciudad, y solo, errante en los cálidos valles de Tocaima, o cerca de las riberas del Magdalena, él combatió al enemigo, hora por hora, sin un momento de desaliento. El cielo le sonrió y encontró una mujer generosa que quiso compartir su miseria.
De Italia las riberas he barrido, He visto las de Francia y no tocado, Por venir solo á España dirigido. Aqui con dulce y con felice agrado Hará fin mi camino á lo que creo, Y seré facilmente despachado. Tu, aunque en tus canas tu pereza veo, Serás el paraninfo de mi asunto, Y el solicitador de mi deseo.
El, por su parte, creía poseer las mejores piernas del reino; y, a no ser que le cegaran de improviso haciéndole entrar la cabeza en el vientre de alguna guitarra, como le había acontecido cierta vez, riberas del Tormes, estaba seguro de su persona. La mañana era fresca y radiosa.
Circulaba a su espalda el movimiento humano acompañado de vivos resplandores; ante él la silenciosa calma del mar tropical, dormido como un lago sin riberas. Estaba triste. La alegría del champán que le había acompañado al levantarse de la mesa, convertíase ahora, al quedar solo, en una melancolía inexplicable.
Los hombres del Norte, que necesitan el tronco ardiente y la bebida alcohólica para defender su vida de las mandíbulas del frío, pensaban á todas horas en las riberas mediterráneas. Todos sus movimientos belicosos ó pacíficos eran para descender de las orillas de los mares glaciales á las playas del mar tibio.
Palabra del Dia
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