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Actualizado: 25 de julio de 2025
Ella es la autora de sus revoluciones; de la pereza propia de los climas cálidos; de la embriaguez a que incitan los climas fríos; de la afición desmedida al juego en gentes que nunca gustaron del placer de la lectura; de la imprevisión y falta de ahorro en países acostumbrados a la abundancia. Algunos hasta la increpan porque su república tiene pocos ferrocarriles...
Este planeta tiene dos satélites, que efectúan sus revoluciones en tiempos muy cortos: 7 horas y 39 minutos para el más cercano al astro central y 30 horas 18 minutos para el segundo. El globo de Marte no mide más que los 15 centésimos del terrestre, y es por tanto unas 7 veces más pequeño. Su diámetro mide 6,800 kilómetros, 1,700 leguas.
El grande hombre de los «colorados», el doctor Sepúlveda, vivía tranquilamente en Buenos Aires, esperando el momento de regenerar su provincia. Mientras tanto, los partidarios del doctor hacían toda clase de esfuerzos para lograr su triunfo: revoluciones de día, revoluciones de noche; sublevaciones en la ciudad, sublevaciones en el campo.
Hemos suprimido las dos calamidades que excitaban la brutalidad de los hombres: la guerra y el alcohol. Nuestros gobiernos se suceden provocando luchas da palabra únicamente: sin choques sangrientos y sin revoluciones. Jamás fué tan bien administrada la fortuna pública.
Y sin vacilación se colgó del cuello la bolsita, con el mismo aire de un soberano que se ciñese la corona del mundo. La suerte acudió en seguida á sonreirle. Triunfaron inesperadamente los «colorados». Ellos, que llevaban hechas tantas revoluciones, volvieron á apoderarse del gobierno del modo más pacífico y prosaico.
Hoy la Torre de Londres no es una fortaleza, sino apenas un museo de guerra, es decir, el museo de la muerte; ó sea una lápida de la tumba de ocho siglos de violencias, de crímenes y de gloriosas revoluciones tambien. Una dé las torres se llama la sangrienta: fué en su recinto donde tuvo lugar el horrible asesinato de los hijos de Eduardo IV, en 1488.
El capataz, asombrado de que hablase así, movía la cabeza. Mal, muy mal, señorito. La paz con sangre, es mala paz. Mejor es arreglarse a las buenas. Crea su mercé a un viejo que ha pasado las de Caín, metido en eso de prenunciamientos y revoluciones.
Cortesano asiduo de los poderes que acababan y de los que comenzaban, clásico revolucionario y romántico meticuloso, uno de esos genios inquietos, pero indecisos, que sirven de eje a las revoluciones del mundo, sabía romper las cadenas, pero arrastraba los andadores. Sus personajes son casi siempre calcos en los que apenas se encuentran las líneas de una fisonomía humana.
El americano se detiene entonces, respira un poco, y cuidando el capital, no cuenta ya la renta, pues sabe gastarla; el francés no sabe más que ahorrar. El francés sólo tiene un lujo verdadero: sus revoluciones. Prudente y cautelosamente se reserva para ellas, sabiendo que costarán muy caro a la Francia, pero al mismo tiempo darán ocasión a muy ventajosos empleos.
Así se evitarían las revoluciones, los grandes negocios y otra porción de cosas más o menos molestas. Un extranjero, preso en la Cárcel Modelo, se dirige a los periódicos protestando contra su detención. «Soy un ciudadano ruso dice , y no he cometido ningún delito.» ¡Un ciudadano ruso que no ha cometido ningún delito!... La contradicción salta a la vista.
Palabra del Dia
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