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Don Isidro, tráiganos pa aquí a esa güena moza... ¡Retrechera!... ¡Cachonda! Otros, que habían vivido en la Argentina, se unían a este coro de entusiasmo murmurando con arrobamiento: ¡Preciosura! ¡Lindura! Un napolitano suplicaba a Maltrana, con humildad, como si fuese el dueño del buque: ¡Siñor, que nos la echen!... ¡Mande que nos la echen!

Con presteza y soltura de actriz, la viudita se viste y se desnuda; dáse vueltas en el espejo, torna la cabecita, rubia y rulosa, hacia los hombros, para contemplarse el perfil; se arregla el busto; sus manos vuelan ligeras, raudas, del pelo al talle, del talle a la falda, en toquecitos rápidos, a los cuales obedecen las prendas con no qué docilidad animada, como dichosas de servir de ornato a tan retrechera y remonona criatura.

Sois un ángel, bonne amie. Es lo que yo digo: tierra y mujer inglesas, vino y botín franceses. Volveré, , no sólo á buscar mi hacienda sino por veros. Algún día terminarán las guerras, ó me cansaré yo de ellas, y vendré á esta tierra bendita para no dejarla más, buscándome por aquí una mujercita tan retrechera como vos.... ¿Qué os parece mi plan? Pero ya hablaremos de esto. ¡Hola, Tristán!

Aun vi más, porque al través de los vidrios y entre rosas y claveles contemplé a la modistilla más linda y más retrechera que puedas imaginarte, distribuyendo comida a varios pájaros de especie diferentes, que merced sin duda al dulce gobierno de su dueña, convivían en paz dentro de una misma jaula. Parecía un cuadro de Mieris.

Por Dios, no seas retrechera; déjame entrar, déjame entrar, encanto de mis ojos. ¡Cielo santo y qué cosas dice vuecencia! ¡Qué lenguaje emplea! Ese debe de ser «el mal lenguaje del demonio», del que tanto habla el venerable padre maestro fray Juan de Avila en un libro que me hace leer mi señora doña Inés para prepararme a monja. ¿Y quieres serlo? Allá lo veremos.