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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Los deberes sociales... son muy respetables en efecto dijo el canónigo pariente del Ministro, a quien la proposición había parecido regalista, y por consiguiente digna de aprobación por parte de un primo del Notario mayor del reino.
En su nueva existencia, Gallardo no sólo frecuentaba el club, sino que algunas tardes se metía en la sociedad de los Cuarenta y cinco. Era a modo de un Senado de la tauromaquia. Los toreros no encontraban fácil acceso en sus salones, quedando así en libertad los respetables próceres de la afición para emitir sus doctrinas.
En torno de una mesa vio sentados a sus tres compatriotas, los graves y honrados comerciantes que le regalaban buenos consejos. Saludo a sus respetables firmas sociales dijo tomando asiento junto a ellos. Pero como interrumpía una conversación interesante, sólo mereció varios gruñidos a guisa de saludo.
Respetables por su antigüedad y por ser hijos de la ternura cristiana, tal vez de una madre, poetisa desconocida del pueblo, tal vez de un niño, tal vez de infelices ciegos, pero de seguro, de esos trovadores obscuros que se pierden en el torbellino de los desgraciados, yo los oigo siempre con cariño, porque me recuerdan mi infancia.
Si algunos caballeros respetables se aproximaban a los grupos de damas para conversar con ellas, hasta las más viejas, que parecían ajenas a las vanidades mundanales, los repelían con dengues juveniles. ¡Ay, no se acerquen ustedes! Estamos horribles. Con este maldito mar está una impresentable. Todas tenemos algo verde en la cara.
Exponer sus prestigios, sus méritos, su porvenir entero es el heroísmo moderno más alto y más noble. Tocole vivir una época de bizantinismo desenfrenado, en que la corrupción lo invadía todo y los valores morales se cotizaban en moneda nacional. Un pueblo de caballeros en que no abundaba la hombría de bien, es decir, un pueblo de respetables ladrones.
LEONIE. ¡De ningún modo...! Conozco a señoras respetables que principiaron como yo, pero que supieron administrarse y ahorraron dinero. Se casaron y entraron en el buen camino. CIRILO. No pierdo la esperanza de hacer que usted entre también en él; pero por medios más sencillos.
En fin, que lo de Guzmán puede ser y puede no ser. Yo creo que no lo es. Lo de su marido... ¿Le eligió ella, por ventura? ¿No se le impusieron? Y ¿en qué se diferencia ese pobre hombre, tan difamado, de otros muchos ladrones muy respetables que yo conozco? Pues únicamente en que fue más torpe que éstos en el oficio de robar.
¿Entonces Huberto no daba su estimación a los que llegan a la fortuna por la inteligencia y la labor?... Ella, que había sido educada en el culto del trabajo y de la energía individual, ella, que admiraba la obra de su padre, se había sentido ofendida por aquella disposición de espíritu de Huberto. ¿Por qué hablaba con tanto desprecio de cosas respetables y nobles?
Imagina el efecto de esa hija que le cae de improviso como una revelación que va a divertir, y casi a escandalizar, a sus respetables colegas de la Academia... ¿Cómo va a salir de la aventura? Es verdad que existe el convento... hasta que se case, dice él... ¿Quién sabe? Quizá hasta la muerte... Si la mete allí, allí se quedará. Máximo a su hermano. 2 de julio de 190...
Palabra del Dia
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