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Tras muchas cavilaciones, previos respetables informes y seguro de sus buenos antecedentes, recayó la elección en un capellán profundamente religioso, de intachable moralidad y lo bastante conocedor del mundo para dirigir los primeros pasos de un niño a quien su linaje y fortuna tenían reservado puesto seguro y distinguido en el banquete de la vida.

Persuadiéronle, por medio de su padre y otras personas, de que unido a los del Saloncillo no haría jamás carrera; que atacando las ideas religiosas de la población no sería recibido en las casas respetables ni bienquisto de las damas. Al mismo tiempo procuraron engolosinarle con la perspectiva de un matrimonio para él muy brillante.

El mejor medio era dar un gran escándalo que le hiciera indigno de las santas y respetables funciones que a despecho suyo querían conferirle. Esto no era fácil, porque Arturo, tanto por carácter como por educación, no podía prestarse a nada que afectase a su honradez y severidad de principios.

El regimiento de guardias valones, los suizos, el de la Corona, el de Irlanda, el de Jaén, los granaderos provinciales, los fusileros de Carmona, la caballería de Farnesio y las seis bocas de fuego que mandaba D. Antonio de la Cruz, eran piezas respetables, orgullosas de mismas.

Contamos, además, con varones respetables y de gran talento que organizan silenciosamente las fuerzas de una rebelión futura. Gillespie quedó asombrado por estas revelaciones. Comprendo, amigo Ra-Ra, que le busquen con tanto ahinco las señoras del Consejo secreto. Resulta usted más terrible de lo que parece con su túnica y sus velos de mujer.

También había entre estos dos respetables sujetos parentesco de afinidad, porque doña Bárbara, esposa de Santa Cruz, era prima del gordo, hija de Bonifacio Arnaiz, comerciante en pañolería de la China.

Congosto me miró con ira, y tomando asiento, habló así: Dejemos a un lado esa cuestión. A su tiempo será tratada... Ahora vengo a decir a usted que se prepare a recibir a la señora condesa de Rumblar, que viene seguida de respetables personas para que le sirvan de testigos. ¡Dios mío! ¡La justicia en mi casa! Parece que lord Gray robó anoche a la señora doña Inesita, depositándola aquí.

El que al señor de Bermúdez le faltaba un ojo, como podía faltarle a cualquiera, y que con su hija hubiera estado él, Leto, más o menos atento, no autorizaba a nadie para preguntarle a cada paso, y delante de ciertas gentes, por la salud y el valor, y el saque y otras mil cosas del Macedonio; ni si tomaba o no tomaba varas, o si era blanda o dura de cerviz «la hija de Darío». Era una gran inconveniencia hablar así de personas tan respetables, en un sitio como aquel... o en cualquier otro; y como así lo sentía, así se lo dijo al fiscal, con mucha pena, pero resuelto a que cesaran las bromas.

En esto, la luz de la mañana iría creciendo cada vez en intensidad: los ancianos patriarcas de la población se irían levantando apresuradamente, cada uno envuelto en su bata de franela, y las respetables matronas sin detenerse á cambiar su traje de dormir.

Supongamos que una hija vive con su padre; supongamos que sigue asistiéndole más ó menos tiempo despues de la época en que ha entrado en la mayor edad, y en que por lo mismo no está sujeta á la autoridad paterna para ciertos y respetables fines sociales.