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Actualizado: 15 de junio de 2025
Doña Blanca, aunque sin precipitar sus palabras, mostrando ya, en lo trémulo de la voz y en el brillo de los ojos, viva y dolorosa emoción mal reprimida, habló luego así: Todo lo sabe V. y me alegro. Quizás hice mal en no decírselo yo misma la vez primera que me arrodillé ante V. en el tribunal de la penitencia.
María se sonrió blandamente al ver entrar el soldado; éste, contento con tal distinción, bajó humildemente la cabeza con tanta cortesía como reverencia, y al alzarla se encontró con la vista de Muley, que lo miraba con ojos de desprecio y de una cólera mal reprimida; pero el soldado, con gran enojo de algunos y mayor maravilla de todos, no huyó su rostro de tan feroz mirada, antes bien la provocaba con su gesto maligno y burlador.
¿No has encontrado a Nieves? preguntó con reprimida cólera la gentil costurera. Sí, la he encontrado respondió él con acento indiferente. ¿Y no te has parado con ella? No; la he dicho simplemente adiós. ¡Embustero! ¡hipócrita! ¡tío silbante! exclamó con furia Valentina. ¡Toma, por zorro! Y le descargó sobre los brazos una granizada de pellizcos.
Ahora bien; no hay negro que no sea comunista, como no hay canónigo que no sea conservador. El día que suceda lo que se teme, habrá una invasión a las propiedades de los blancos que, reprimida o no, traerá seguramente la ruina.
D.ª Eloisa y D.ª Rita consumieron varios frascos de esencia, haciendo copiosas aspersiones, sobre todo a sus amigas, a quienes bañaban el rostro en medio de una algazara, que no por ser reprimida, era menos sabrosa. Poco a poco la religiosa solemnidad se iba trasformando en una fiesta de carácter íntimo y familiar.
¿Que no quieres casarte con tu tío? dijo clavándola una mirada aguda. No, señor, no quiero dijo Rosa con firmeza. Padre e hija se miraron un instante a los ojos. Tomás se puso extremadamente pálido. Un relámpago siniestro cruzó por su fisonomía. Después avanzó lentamente y, sacudiéndola por el brazo, le preguntó con ira mal reprimida: ¿Por qué no quieres, di, por qué no quieres?
El susurro apagado de la conversación de los dos hermanos, cortado a menudo por alguna carcajada reprimida, despertaba en su corazón una envidia punzante y triste. La joven era hermosa, con una fisonomía noble y simpática. Ricardo, sin darse cuenta, la estuvo mirando toda la noche; pero ella no pareció fijar la atención en él.
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